miércoles, 27 de agosto de 2014

Mompiche

Para llegar a Mompiche hay que entrar 10 km desde la ruta principal que une la playas de la provincia de Esmeraldas con las de Manabí. Digamos que en principio el bus te deja en la parada de la entrada y arreglate como puedas.
Pero no es tan así: ahí "casualmente" hay unos taxis que te ofrecen entrarte al pueblo por un dólar por persona.
Y en el momento en que estamos por tomarnos uno, aparece otro bondi que sí entra al pueblo y que cobra 0,50 por persona, y obviamente nos subimos, y ahí se quedan gritándose cosas entre los taxistas y el chofer.
Vamos viajando junto a unos colombianos y unas francesas que tampoco saben dónde se van a quedar pero quieren acampar, así que les pasamos los piques que tenemos aunque les advertimos que son de unos años atrás.
Efectivamente las cosas reseñadas en las guías van cambiando rápidamente, y nos encontramos con ofertas de hospedaje totalmente diferentes a las que preveíamos.
Total nosotras nos quedamos en un cuartito para dos, por 5 dólares cada una, ubicado en medio de la calle principal (que de principal tiene básicamente solo que caben dos autos a la vez y por tanto es donde paran los buses o los camiones que abastecen al pueblo). Después nos enteramos que los colombianos encontraron un camping, a 4 dólares por persona, y festejamos nuestro hallazgo.
La cuestión es que con el clima lluvioso que nos venía persiguiendo desde Ambato, la playa no estaba muy motivadora. Recorrimos el pueblito en dos patadas y nos armamos el mate para disfrutar de la tranquilidad de la tarde.
Parece que en Mompiche en esta época los turistas vienen por el día, hacen algún tour y se van.
De pronto encontramos todo muy silencioso para ser fin de semana. Había música en alguna casa o hostel pero parecía más de cosa privada, y vimos un quinchito con luces y parlantes pero cuando nos acercamos no había nadie.
Nos tomamos un café en un lugar increible llamado Chocolatta, con un buen gusto para cada sencillo detalle que vale la pena recomendar.
Dimos vueltas buscando a los colombianos y francesas porque habían viajado con guitarra y eso daba una cierta garantía de reunión con música, pero no los hallamos. En cambio nos encontramos con dos ecuatorianos a los que y nos habíamos cruzado y que andaban en la misma: buscando algo para hacer y con cara de "no hay nada". Comentaron que ellos también habían oido hablar de este lugar como de lgo tranquilo-hippie, pero no encontraban la parte hippie. Los artesanos levantaron sus puestos temprano y se guardaron.
Uno de ellos comentó que tenían una guitarra y que podíamos armar un fogón sin fogón... parecía raro pero accedimos. Nos fuimos al lugar de los artesanos (exactamente en frente a nuestro "hotel"), donde había una escalerita y un farol: al menos podíamos sentarnos los cuatro y vernos las caras. Y el otro largó una frase que fue cobrando un sentido diferente con el correr de la noche: "¿Y si vienen todos?"
La cuestión es que uno de ellos era el que tocaba, los otros metíamos alguna letra si la sabíamos y hasta pintó alguna cosita a capella, cuando de pronto se arrimaron dos figuras, botellitas en mano y sonrisa en el rostro, a convidar y a escuchar. Después aparecieron algunos extranjeros curiosos que no parecían entender mucho ni siquiera de español,  y de pronto allí también estaban nuestros buscados colombianos con la otra guitarra y una armónica y ya dio para improvisar blues, rock y lo que se le pareciera. Apareció un grupo como de 20 personas, muy parecidos todos entre ellos y pidieron algo para bailar. Los músicos trataron de armar una cumbia y el armoniquero se metió en el grupo a decirles que si no sabían él les enseñaba a bailarlo, y aquello parecía una versión de "el flautista de hamelin", porque la barra iba haciendo una fila atrás de él y siguiéndolo en los pasos. Digamos que se armó trencito. Y ya después el músico volvió a tocar al lado de los guitarreros porque el trencito se cerró en círculo y ya no precisaba quién lo guiara, y después los integrantes mismos ya iban cantando canciones y coplas que todos parecían conocer, y el resto las repetíamos, siempre en ese círculo danzante y divertido, alimentado además espirituosamente por los muchachos que convidaban bebida a todo el mundo. Metida en la ronda me sentía parte de un ritual ancestral, algo que esta gente parecía contagiar a quien quisiera recibirlo.
En algún momento los participantes mayoritarios del circulo se cansaron y se despidieron no sin antes sacarse varias fotos "para el feis" contando que eran indígenas otavaleños y que tenían que levantarse temprano.
Mermados en número, pero no en alegría, los que quedamos decidimos hacer un fogón de verdad, ya en la arena, dos cuadras más allá y sumando a otros tocadores y cantantes de la vuelta.
Yo me la pasé conversando con "el Ernesto", un muchacho muy fanático de los uruguayos (mira todas las semanas "Tiranos temblad" sin haber pisado nunca nuestro suelo), pero también muy interesado en contar sobre la historia política de Ecuador, sus distintos vericuetos y la explicación personal de por qué era tan Correísta. Sus padres querían ponerle Ernesto Fidel, pero como en esa época no se podía, le pusieron de segundo nombre "Roberto", que era el seudónimo de un amigo de su padre de la guerrilla, y que fue fusilado.
Esa noche me terminó de caer la ficha de lo poco que sabemos de nuestros propios hermanos latinoamericanos.
Y el bichito de la curiosidad sigue picando, cada vez más.

viernes, 22 de agosto de 2014

Ambato

De Misahualli fuimos a Tena, capital de Napo, desde donde tomaríamos un bus a Ambato para luego cruzar el país hacia el noroeste, a la provincia de Esmeraldas, planificando hacer esta segunda parte durante la noche y llegar a la playa en la mañana.
Para eso teníamos que parar un tiempito en Ambato (las horas que fueran necesarias). Pensamos aprovechar para conocer un poco esta importante ciudad y aprovisionarnos de plata en algún cajero automático ya que en la costa era posible que no encontráramos uno.
Nos tocó una tarde lluviosa, pero como no hacía frío decidimos que al menos saldríamos de la terminal a caminar y a comer un "Llapingacho ambateño" que nos habían recomendado. Además en la terminal no había mucho para elegir.
Lo bueno de la llovizna -supimos después- es que aplacó las cenizas del volcán Tungurahua que estaba en importante erupción esos días.
Ambato es conocida como "la ciudad de las frutas y las flores", y a pesar del día gris, disfrutamos de un colorido impresionante en algunas esquinas y sobre todo al entrar al Mercado Central, donde por supuesto aprovechamos los perfumes y los sabores que encontramos degustando un almuerzo tardío acompañado de un jugo natural inmenso.
Volvimos a la terminal cuando oscurecía, recogimos nuestros bolsos y cuando quisimos sacar plata de un cajero no pudimos. Ahí nos empezamos a poner nerviosas y quisimos llamar a cobrar a Uruguay para intentar solucionar el tema pero desde los dos puestos de cabinas telefónicas nos dijeron que no era posible y no nos ayudaron mucho.
Teníamos nuestros pasajes ya sacados y algo de efectivo en los bolsillos, así que cargamos las mochilas sumandoles el peso de la incertidumbre y partimos a ver qué podríamos solucionar al día siguiente, sin saber la movida comercial con la que nos toparíamos en Atacames.

Observaciones para quien recorre Ecuador

Hay que ir haciendo escalas a cada rato aunque según los mapas no parezca.
Lo mejor parece ser preguntar en cada lugar cómo llegar al siguiente y tener paciencia con los trasbordos y los ritmos de cada terminal o combinación. Además preguntarle a más de una persona, porque muchas veces por querer ser amables, los lugareños no quieren decir que no saben y te dan indicaciones incompletas o erradas.
Tener en cuenta que las rutas no son tan "rectas" como parecen: algo que a simple vista parece llevar 2 horas puede llevar 3 porque el bondi va serpenteando bruscamente mientras sube y baja por cerros encaracolados aunque se vaya de un lugar llano a otro llano.
Y algo muy importante: los viajes cansan.
Por más que todo el mundo diga que lo bueno de Ecuador es que en pocas horas se puede llegar de la costa a la selva pasando por la sierra, hay que tener en cuenta los cambios de presión (y clima) y lo que éstos pueden generar en el cuerpo.
A veces hay que dejar de hacer algo planificado simplemente para descansar del viaje, porque se puede llegar a destino con mucho dolor de oídos o mareos o náuseas. (Las bolsitas que hay al lado de los asientos no son para basura, como creímos al principio sino para que vomite la gente que se siente mal). Y los locales saben.

Gastronomía ecuatoriana

COMIDAS EXPERIMENTADAS:

Fritada
mote
Llapingacho ambateño
Seco de chivo
Menestra
Ceviche de camarones
camarones apanados
Patacones
Empanadas de morocho
Empanadas de viento
Seco de pollo
seco de res
Maduros y verdes preparados de diversas formas (plátanos)
Guatita
Sopa de verde y yuca
Sopa de avena (que parecía de fideítos)
Chorizo criollo
Tilapia apanada
Ensalada de frutas con ron
Encebollado
Sopa de langostino
Pan de ambato
Locro de papas con cuero
Sopa de bola
Tortillitas de maiz y de yuca
Bolones
Chaulafán
Caldo de pata

BEBIDAS EXPERIMENTADAS:

Jugo de guanábana
Jugo de papaya
Canelazo
Jugo de mora
Jugo de tomate de árbol
Jugo mixto de sandía y melón
Jugo de naranjilla
Mojito de maracuyá
Mojito de piña
Cucaracha (trago)
Inti cola
Morocho
Pájaro azul
Té de horchata
Rompope de café
Jugos de frutas que no recuerdo los nombres.


RECOMIENDO TODO.

martes, 19 de agosto de 2014

Atacame, Atacames!

Llegamos a la playa de Atacames de madrugada, después haber hecho escala en Esmeraldas.
Nos topamos con lugareños esperando a la gente que baja de los buses para ofrecerles hospedajes varios, y después de caminar bastante conseguimos un hotelucho barato a cuadra y media de la playa.
Todos aseguran que el pueblo está completo y que el fin de semana viene más gente: en la sierra los estudiantes están de vacaciones de verano y se vienen para la costa. Y por ende también muchas familias.
Nos tiramos en el cuarto a descansar y al final nos despertamos a mediodía y salimos a recorrer.
El pueblo está lleno de puestos con ropas coloridas y juguetes inflables que cubren las veredas. Los ojos se llenan de cosas llamativas.

El Río Atacames divide a la zona de playa del centro histórico-logístico, y se lo puede cruzar por un par de puentes, uno de ellos solo peatonal y siempre vigilado por policías.
Notamos que pasando el río hacia la playa, el único medio de transporte público son triciclos motorizados que alguien nos dijo que se llamaban ecotaxis (no sé por qué).
Para bajar a la playa hay que pasar por el Centro de artesanías "Era nuclear", (no me digan que no es un nombre gracioso), una especie de feria techada con ropas y artesanías y puestos de tatuaje y trenzas.
En la playa hay estructuras tipo carpas colectivas -como estacionamientos techados- donde la gente se sienta a mirar el mar e ingerir bebidas y alimentos que ofrecen los vendedores ambulantes.
Cuando se meten al agua lo hacen vestidos, lo que nos llama mucho la atención: no es por falta de traje de baño ya que abajo de las blusas o shorts se traslucen los bikinis coloridos. Y no hablo de extranjeros, sino de familias ecuatorianas.

Y de noche en la costa se despiertan los bolichitos, que son todos quinchos, cada uno con su estilo, con música bien fuerte y con diversas promociones de bebidas para ver cuál atrae mas gente: algunos apuntan más a las familias, con ofertas de helados y jugos, otros a las barras de amigos ofreciendo 5x3 en cervezas. Se oye sobre todo salsa, cumbia y reggaeton.
Se ve una linda variedad de gente, no pareciendo importar la edad ni la ropa con que se cuente: se puede estar de tacos, championes o descalzo; salir a bailar y sacar a bailar a otros o solo sentarse a tomar y mirar.

Lo que nos parece más interesante es ver cómo vacacionan los propios ecuatorianos, al menos en esta época Atacames es un lugar destinado al turismo interno y a las costumbres locales. Si bien puede parecer un lugar bullanguero, está todo muy organizado: estas "discotecas" gratuitas están todas situadas en la misma zona, bajan la música a las 2:00 am y al día siguiente está todo limpito como si no hubiera pasado nada.

Para quien viaje tomando de referencia la guía de Lonely Planet recomiendo no tomar lo que dice al pie de la letra. Si fuera por esa guía creo que no hubiéramos llegado a este lugar tan típico y alegre.

domingo, 10 de agosto de 2014

Misahuallí

Puerto Misahuallí queda en Napo, en lo que cualquier ecuatoriano medio llamaría "el oriente" y cualquier empresa de turismo llamaría "selva amazónica". Estoy escribiendo esto después de varios días de no poder hacerlo por falta de un dispositivo adecuado. Pensaba comenzar por el principio, desde la llegada al aeropuerto de Quito, pero eso quedará para otro momento porque, por un lado, de eso tomé algún apuntecito, y por otro, no quiero olvidarme de escribir lo que está pasando ahora.
Estamos alojadas en un hostel que queda en frente a la plaza. Lo cual no es muy difícil ya que la mayoría de las cosas giran en torno a esta plaza. El pueblo gira en torno al turismo. Y el turismo en base a los monos (capuchinos) que reinan en el lugar.
Lo de reinar es prácticamente literal: a este pueblo suelen llegar muchos turistas solo para ver a los monos haciendo gracias en la plaza. Para eso les compran bananas y maní en algunos puestitos de lugareños y esperan a que los animales se acerquen y ahí se sacan fotos con ellos.
Cuando los turistas se van, se desmontan los puestitos y los monos parecen seguir queriendo llamar la atención: un día saquean un almacén, otro rompen los vidrios de un hotel, otro saltan sobre los autos hasta que se disparen las alarmas. Los pobladores están un poco cansados de ellos, pero también se saben sus súbditos para sobrevivir.

Dicen que Misahualli antiguamente era una playa con una sola casa. Que en los alrededores había casas de gente un poco esparcida, o aldeas indígenas (algunas aún existentes). Hualli significa algo así como "los troncos que trae el río", y a esta casa, en este lugar de cruce de ríos y playa, venían misioneros a evangelizar, dando la Misa una vez por semana. De esa mezcla viene el nombre.
Hoy la gente está suficientemente evangelizada, aunque por las dudas hay dos iglesias en cuatro o cinco cuadras que tiene el pueblo. Y el resto son posadas, restaurantes, agencias de tours guiados por distintas partes de la selva, tienditas de souvenires, y un poco más allá algunas casas, los resorts más exclusivos y la escuela pública y alguna institución municipal.
También hay un mariposario, donde se puede recibir una clase sobre la metamorfosis de estos bichitos y cómo criarles, y luego observarles en un precioso jardín cerrado con todo lo que puedan necesitar. Saliendo vemos en las paredes unos bastidores con enormes y variados insectos disecados. Le preguntamos al hombre de dónde son y responde que de la vuelta del pueblo o de la selva cercana. Pero ¿cómo los atrapa? Sencillo: los insectos los traen los monos. Y él se los cambia por algo que les guste, por ejemplo un huevito.

viernes, 8 de agosto de 2014

Sí se puede

Misahuallí está rodeado por dos Ríos: el Misahuallí y el Napo que a su vez tiene varios afluentes.
Se ven varias lanchas de techo liviano (que acá llaman canoas) pasando y llevando gente en diferentes direcciones.
Más allá de los ríos está lo desconocido: la selva.

Pero una pequeña partecita, ubicada cerca de un pueblito en el centro-este de Ecuador, ya no nos es desconocida: pasando por fuera de una agencia de tours un vendedor nos convenció de entrar a ver las diferentes posibilidades de excursiones y luego de idas y vueltas y de un lengue-lengue importante del hombre, señamos una caminata guiada para el día siguiente, que compartiriamos con tres españolas y que no le entendimos si se calculaba de 3 o de 5 horas.
La cuestión es que llevó cerca de 8.

Quienes nos conocen saben que somos bastante sedentarias, y que, si bien nos gusta caminar y conocer fauna y flora nueva, 8 horas es mucho para cualquiera. Ahora: si encima se suma que el trayecto estaba compuesto mayoritariamente por subidas y bajadas empinadas y con barro, y pasos con real peligro de caer por barrancos, puede entenderse que no se lo recomendemos a nadie a menos que tenga un muy buen estado físico.

Más allá de eso, hablando "con el diario del lunes", fue una experiencia muy interesante.
Las tres señoras con que íbamos eran muy buena onda, el guía sabía de lo que hablaba y nos mostró las especies que pudo (considerando que este es un camino trillado y los bichos tratan de evitar a la gente) y nos contó algunas historias relativas a los árboles y hasta nos hizo probar unas hormigas que tenían gusto a limón.

Ahora sabemos que recordaremos esa odisea por mucho tiempo, aunque por el momento sea a través del dolor que sentimos en espalda y muslos cada vez que subimos el cordón de la vereda.

¿Dónde están los bichos?

Aquí arriba del techo de madera se oyen constantes ruiditos de bichos, a veces suena a veces parece un chillido de rata y por las madrugadas puede aparecer algún mono a golpear la chapa de arriba del techo con piedras.
Pero la verdad es que hay menos mosquitos que en casa, menos hormigas y vimos una sola arañita.
Hubo un murciélago sí, pero el pobre cayó despatarrado del techo y no volaba sino que reptaba por la pata de una cucheta, y cuando el encargado del hostel vino a llevárselo nos explicó que su extraño comportamiento venía de que era "guagüito", que hace poco habían sacado un nido de murciélagos y se ve que este quedó. Ojalá sobreviva.
Más allá de eso, se oyen mucho más los ruidos humanos que los animales.
Solo acá adentro escuchamos las conversaciones de los otros cuartos como si estuvieran en el mismo cuarto que nosotras. Y en la plaza durante todo el día sonaron las cornetas de unos autitos que alquilaban a los niños para dar vueltas sin bajar a la calle, y por sobre todo sonó la música de uno de los locales que quería llamar la atención: salsa, merengue, reggaeton a todo volumen durante todo el día.
Ahora tarde de la noche y después de haber escuchado a toda una familia organizarse para dormir después de pelearse por el baño, intento conciliar el sueño mientras algún vecino escucha un random de música bastante agradable que incluye Europe, Virus, Led Zeppelin, y en este momento trato de cerrar los ojos con Nirvana a todo lo que da.
Mañana escucharemos -espero- los verdaderos sonidos de la selva.

Tumbaco: un sitio seguro.

Cuando llegamos al Aeropuerto de Quito sabíamos que teníamos que ubicar a Margarita, quien nos alojaría en Tumbaco, una localidad "satélite" de la capital. Desde una cabina telefónica logramos ubicarla y marcar un punto de encuentro en un Centro Comercial que resultó ser tamaño Shopping de tres pisos y que no era el único en la zona.
Margarita nos explicó que esta zona de los valles alrededor de Quito es la que tiene la mayor tasa de crecimiento del país: ella vive en Tumbaco desde hace más de 20 años cuando se consideraba "campo", y ahora no para de construirse casas y edificios, sucursales de diversas empresas quiteñas, escuelas, mercados y servicios en general "para la gente que se cansó de Quito".
Dependiendo del horario, en un bondi normal se llega desde el centro de Tumbaco a la terminal Río Coca (oeste de Quito) en entre 30 y 50 min. Y claro, después desde esa terminal hay que tomarse otro para la parte de la ciudad a donde se quiera llegar.
A cambio de este tiempo extra un poco molesto, el transporte público nos resulta barato. Y además por suerte en la casa de Margarita (y su hijo) se está muy cómodo, los dos son super tranquilos, con mucha paz y armonía en la casa y hasta con sus mascotas que son de lo más compañeras.

En una esquina de la plaza de Tumbaco, frente a la iglesia con una camioneta policial estacionada al pie de las escaleras, algo que me llamó la atención fue un gran cartel que decía "sitio seguro".
Le pregunté a Margarita y empezó a explicarme: "sabes, es que aquí en Ecuador estamos en la llamada zona roja, que se continúa en Colombia y Veneuela y necesitamos estos sitios donde poder guarecernos..." Imaginé cuáles serían los crímenes que podrían prevenirse teniendo estos "sitios seguros" tan demarcados y continuó: "...por los movimientos sísmicos y los volcanes."
Me sentí ridícula.
Y creo que este sentimiento viene de estar inmersa en una sociedad que utiliza indiscriminadamente el término "inseguridad".

viernes, 25 de julio de 2014

Segundo capítulo: una nueva partida

Demoré.

Demoré unos meses, una operación de ojos de larga recuperación y algunos intentos laborales fracasados.

Demoré unas cuántas soledades y unos pocos encuentros con gente hermosa que hicieron más cortos mis días antisociales.

Demoré en convencer a mi madre pero lo logré: esta vez voy a compartir con ella lo que me encuentre en el camino.

Claro que eso cambia un poco las cosas: nos vamos con billete de ida y de vuelta en la mano, con un seguro de viaje que alcance para cada día de estadía y con una ruta planificada de antemano.

Pero no cambia mi sensación de que lo mejor que haremos no dependerá del dinero que tengamos, que vamos abiertas a conocer a la gente del lugar y no a un mundo reservado para quienes son turistas hasta en su propia tierra.

Nos vamos a descubrir Ecuador.

jueves, 30 de enero de 2014

Quase sem querer...



Tenho andado distraído
Impaciente e indeciso
E ainda estou confuso
Só que agora é diferente
Sou tão tranquilo e tão contente
Quantas chances desperdicei
Quando o que eu mais queria
Era provar pra todo o mundo
Que eu não precisava
Provar nada pra ninguém
Me fiz em mil pedaços
Pra você juntar
E queria sempre achar
Explicação pro que eu sentia
Como um anjo caído
Fiz questão de esquecer
Que mentir pra si mesmo
É sempre a pior mentira
Mas não sou mais
Tão criança a ponto de saber tudo
Já não me preocupo se eu não sei por que
Às vezes o que eu vejo quase ninguém vê
E eu sei que você sabe, quase sem querer
Que eu vejo o mesmo que você
Tão correto e tão bonito
O infinito é realmente
Um dos deuses mais lindos!
Sei que às vezes uso
Palavras repetidas
Mas quais são as palavras
Que nunca são ditas?
Me disseram que você
Estava chorando
E foi então que eu percebi
Como lhe quero tanto
Já não me preocupo se eu não sei por que
Às vezes o que eu vejo quase ninguém vê
E eu sei que você sabe, quase sem querer
Que eu quero o mesmo que você

miércoles, 29 de enero de 2014

El primer regreso.

Y me cansé.

Hace cinco meses que ando por Brasil y me cansé.

A veces es el cuerpo el que da señales, ya no quiere aguantar más la caminata bajo sol o bajo lluvia con más de 10 kilos en la espalda flaca, y la memoria de las voces de los amigos diciendo " es peligroso, es muy peligroso".
Y ahí aparece de pronto un problema intestinal sin explicación aparente, un sangradito fuera de fecha, una migraña inmovilizadora.

A veces es la cabeza, que se cansa de pensar en otro idioma, o de tener que planificar cosas para salir de donde se está para no quedarse invadiendo un espacio de otro, que gentilmente lo cedió para dormir, pero no para quedarse tirada leyendo o mirando una película todo el día.

A veces son los sueños. Pesadillas perturbadoras que me hacen levantarme para procurar un lugar con internet para comprobar que la familia esté bien, que los amigos siguen publicando las mismas cosas, que todo está mas o menos igual.

A veces, entre líneas, leo sobre el deseo de que vuelva.
Y a mi me gustaría traer a esas personas queridas hasta el lugar donde estoy yo, que vean lo que estoy viendo, que saquen la foto con sus propios ojos.
Reirnos juntos de las cosas que me hacen reír sola por las calles.

Hasta ahora no le había hecho caso.
Pero empecé a sentir una especie de picazón de esas que se dan en lugares inrascables.
Y decidí volverme.

No para quedarme para siempre: ahora estoy segura que ese "para siempre" no existe.

No para hacer lo mismo que hacía antes de haber salido y llorar por los rincones por no tener plata o tiempo.
El no tener plata ya no es una excusa, después de haber comprobado por mí misma que lo que realmente preciso para moverme hasta donde se me antoje, es coraje y paciencia.
El no tener tiempo es una elección. Si no tengo tiempo para mí misma no vale la pena vivir.

Volví, para tomar un respiro y seguir andando.

(Clic para ver la ruta aproximada)

lunes, 27 de enero de 2014

Alcantara

En la mitad de la estadía, un día decidimos ir a Alcantara con Sheila, una muchacha de Rio de Janeiro que suele aprovechar sus vacaciones -por más cortas que sean- viajando a diversos lugares.
Alcántara es una ciudad vecina a São Luis, pero para llegar por tierra hay que dar toda una vuelta que demora como 8 horas, así que lo común es cruzar de barco, lo que lleva más o menos una hora, y si el agua está calma, hasta es disfrutable. Hay una parte tranquila del viaje que es en agua de río y otra que se mueve bastante que es en la desembocadura del mismo en el océano.
En general esta ciudad -o pueblito, ya que los brasileros le llaman ciudad a cualquier aglomeración urbana sin importar el tamaño- es visitada por dos motivos: para conocer la parte histórica ya que es un poblado antiquísimo y con muchas construcciones interesantes, o si no para hacer un paseo ecológico que se basa en el avistamiento de guarás, un ave llamativamente rojo-anaranjado que contrasta mucho con el verde de la vegetación del "mangue", nombre del ecosistema pantanoso donde se lo encuentra.
Bueno, llegamos allá a eso de las 10 de la mañana y descubrimos con terror que el último barco volvía a las 14, por lo que no nos iba a dar tiempo para hacer las dos cosas. Los barcos mudan de horario todos los días. Literalmente. Y dependiendo de la marea, el cambio puede ser de media hora o de tres, como fue el caso. Así que mientras hacíamos el recorrido histórico con un guía turístico muy buena onda, íbamos pensando en un plan B. La única opción que vimos era quedarnos esa noche allá y aprovechar la tarde para cruzar en bote hasta una playa desde donde se podían ver los famosos guarás y además justamente hacer playa en en lugar que al menos de lejos se veía precioso.
Apenas nos decidimos y cambiamos el horario del catamarán para la mañana siguiente, el  cielo se empezó a nublar. En parte fue un alivio porque en Alcántara hace mucho calor y no hay casi sombra. Pero se empezó a poner cada vez más oscuro y, a las 4 de la tarde, cuando nuestro guía amigo nos fue a buscar a la posadita donde habíamos decidido quedarnos, le preguntamos si no la veía complicada para el paseo. Se rió de nuestra intención de hacer playa, pero, dijo que el avistamiento lo podríamos hacer igual. Que de todos modos quien sabría más era el barquero.
Caminamos y caminamos y caminamos hasta el muellecito del bote y empezaron a caer unas gotas. El barquero nos aseguró que era una lluvia pasajera, pero a mitad de camino, ya dentro del bote, estaba cayendo un diluvio universal que no paró en toda la noche.
De modo que, ya empapadas, y viendo como mucho tres guarás huyendo de la lluvia, decidimos igual seguir hasta la playa y darnos un buen chapuzón en el agua tibia de la que no daban ningunas ganas de salir. A todo esto también había levantado un viento bárbaro, lo que acentuaba el frío y la necesidad de correr.
Eso si, antes nos dimos unos buenos chapuzones en el barro, perdido por perdido...
Lo peor era pensar que no teníamos ropa seca para cambiarnos porque no habíamos planificado quedarnos.
La dueña de la posada nos prestó ropa suya para que pudiéramos secarnos e intentar secar nuestra ropa, lo que solo se dio realmente sobre nuestro propio cuerpo, al día siguiente, a las 8 de la mañana en el barco de vuelta.

Puede sonar loco, pero fue de los imprevistos más divertidos de mi vida.







domingo, 26 de enero de 2014

São Luis

En São Luis volví a sentir felicidad de participar de la red CouchSurfing. Mi anfitrión me recibió en su casa con tantos detalles que parecía una invitada de un hotel. Como estaba  preocupado porque no me iba a poder dar la suficiente atención en los días siguientes por estar super ocupado con su trabajo, y además porque se mudó hace poco a esta ciudad y no la conoce bien, me puso en contacto con otros "couchsurfers" para que pudiera salir a pasear con ellos o con sus respectivos huéspedes.
Los primeros dos días no me pude comunicar con ellos, pero tampoco me interesaba tanto porque me sentía mareada y con náuseas -que atribuí al cansancio del viaje y posterior afloje- y preferí quedarme tirada. Igual una de las noches salimos a un barcito sobre la playa con un par de amigos de Marco, mi anfitrión, y otro día me fui a conocer una de las atracciones del barrio: la Lagoa de Jensen.
Un día Marco me invitó a conocer la universidad donde trabaja, con un recorrido por dentro de pasillos y salones. Me llamó la atención que fuera un edificio tan grande y con las distintas materias tan mezcladas: allí estudian alumnos de Letras, Pedagogía y Derecho al lado de los laboratorios de Microbiología y lo consultorios de Odontología. Hasta ahora solo había visto universidades donde las facultades se ubicaban en predios diferentes aunque fuera dentro del mismo campus. Alguien me comentó que eso era típico de las universidades públicas (estadules o federales) y que ésta era una universidad privada, y de ahí la diferencia.
El resto de las salidas fueron con otra gente, todas interesantes.
Algunas fueron simples comidas o reuniones familiares en la que me incluyeron, pero que para mí fueron muy ricas en cuanto a conocer la cultura local viviéndola desde dentro. De más está decir que las comidas también estuvieron muy ricas y que mi paladar se ha vuelto interesado en probar cosas a las que antes ni se acercaba.
Paseando, conocí el centro histórico de la ciudad, tanto de día como de noche. Es un lugar declarado Patrimonio Histórico de la Humanidad, por lo que no puede ser modificado. Tiene algunos palacetes y caserones bien bonitos, y también algunas casas con unos arcos y unos azulejos preciosos pero que se vienen abajo por falta de manutención. En algunos lugares las calles son tan estrechas que no pasan los autos.
Una noche fuimos a ver el "Tambor de Criola". ¿Y qué es? Bueno, algo curiosamente parecido con nuestro Candombe.
Se toca con tres tambores de diferente tamaño y en uno de ellos otro tocador "hace madera", y según mi oído uno de ellos sonaba parecido a un chico y otro como un repique. Solo el tercero hacía algo bien distinto, con unos golpes a tierra que le daban otro color. El resto de los participantes del grupo eran bailarinas que llevaban polleras largas y giraban mucho mientras todos cantaban. Me contaron que esta expresión tiene el mismo origen que la Capoeira: una danza africana llamada Danza de la cebra, que combinaba una danza de las mujeres y una pelea de cabezasos de los hombres, y que luego en Brasil los esclavos recrearon diferentes partes de la misma con distintos fines, una más de danza ritual mismo que seria el Tambor de criola, y la otra de lucha y actual deporte como es la Capoeira.
Otra noche, o mejor dicho otra tarde, fuimos a un Reggae, o sea una especie de pub rústico donde solo se toca reggae, música sumamente característica de São Luis, donde no solo se escucha y toca mucho, sino que también se baila en pareja. Dicen que en una época en que no había aún radioemisoras de Brasil, aquí llegaba una radio de Jamaica, lo que influenció mucho la cultura local, y desde entonces esta ciudad es considerada la "Jamaica Brasilera".
La playa también me resultó interesante, con una franja de arena enorme y blanca,  y agua no tan transparente pero sí verde clara y agradablemente tibia y con olas grandes por ser mar abierto.

No visité los famosos Lençois Maranhenses (el atractivo turístico más famoso del estado) porque me comentaron que las lagunas que se suelen formar entre las dunas, y que vienen a ser lo maravilloso del asunto, en esta época del año están secas, y hacer un viaje de cinco horas y pagar una torta de plata para solo ver dunas no me pareció atractivo.

El día antes de partir de São Luis me hablaron -y me mostraron fotos- de un lugar al sur del estado de Maranhão, cerca de una ciudad llamada Carolina que tiene unas formaciones rocosas muy curiosas y varias cascadas y cavernas que me dejaron picando las ganas de volver.





sábado, 25 de enero de 2014

¿Una de arena y una de cal?

Continuando con mi racha de mala onda -y cuestionándome seriamente si no sería yo que con mi negatividad estaba atrayendo negatividad-, el viaje desde Jijoca de Jericoacoara hasta São Luis se me hizo eterno.

Primero, el encontrar un buen punto para hacer dedo, porque por aquí no había una estación grande de servicio ni por asomo. Caminando bastante llegué a un trébol que alguien me indicó que era un buen punto ya que había sombra y una posada movimentada enfrente.
Lo de la sombra era bueno para mí que venía disecándome al sol, lo de la posada ayudaba a que la gente tuviera menos desconfianza y parase. Se me acercaron un par de motociclistas, uno vendiendo helados, y el otro a preguntar a dónde iba, pero no me podía llevar aunque fuera cerca, así que no sé qué quería. En un momento paró una camioneta y me ilusioné, pero paraba solo para disculparse porque no me podía llevar porque estaba completo (lo cual era real y me resultó muy gracioso).

Mi intención era llegar primero a Camocim, el último municipio de Ceará por el litoral, y de ahí conseguir otra carona hasta São Luis, para lo cual tendría que atravesar el estado de Piauí con quien me llevase. Sobre el mediodía paró un camión con dos ocupantes y una especie de grúa atrás. Me dijeron que no entraban en Camocim pero que iban hasta Parnaiba.

Yo sabía que era la ciudad más importante de Piauí sobre el litoral, o sea que me dejarían más adelante en mi camino aunque no exactamente en la ruta que yo esperaba. Me subí contrariando la regla de "mujer sola no sube a vehículo de dos o más hombres". Uno de ellos me hizo recordar el por qué, cuando, sentado al lado mío, buscaba cualquier excusa para ponerme la mano en la pierna o rozarme para alcanzarle algo al otro, que iba manejando. El chofer por el contrario me pareció muy buena gente y preocupado conmigo, así que en una que se bajó a hacer un trámite aproveché para cortarle el mambo al idiota que tenía al lado, que por supuesto me dijo que no se había dado cuenta. Pero no lo hizo más, así que todo bien.

En el camino tuvieron varios percances: algo que se quemaba y largaba un olor horrible cuando frenaban -que solucionaron luego de varios intentos "levantando un truck"-, se perdieron en la ruta por lo que dieron una vuelta en U para volver muchos kms para atrás para agarrar otro camino, y sobre todo, les faltaba una nota que tenían que tener para atravesar la frontera con Piauí. La nota le iba a llegar por e-mail al jefe de ellos, que venía unos kms atrás en su camioneta propia. Cerca de la frontera paramos en un poblado para hacer tiempo esperando la bendita nota y los cuatro tratamos de matar el calor con agua y coca helada bajo los escasos árboles de la plaza. En la mitad de la siesta el jefe salió a imprimir el e-mail que le avisaron le estaban mandando y arrancamos.
Hablaron de que iban a tener que quedarse en una casa de la empresa en Parnaiba ya que no les daba el tiempo para volver a Fortaleza.
El jefe, un ingeniero joven, me dijo que podía quedarme con ellos, que la casa tenía varios cuartos aunque nada de muebles. A esa altura ya sabía que no iba a llegar ese día a São Luis, así que acepté.
Fui con el camión hasta un Shopping que están construyendo en Parnaíba y observé cómo trabajaban con la grúa y colocaban un tanque de gas en cierto lugar que luego sería instalado por otros operarios para abastecer todo el Shopping.

Ya atardeciendo viajamos hasta la casa mientras estos dos se divertían gritándole cosas a la gente que corría por el cantero del medio de una amplia avenida.
Nos reunimos con otros dos operarios y nos ubicamos en los cuartos, efectivamente me dejaron uno para mi sola, donde de noche dormí muriendo de calor en mi sobre de dormir. Cada uno de ellos durmió en su hamaca paraguaya, y volví a recordar por qué tengo que comprarme una pronto.
Antes de eso me invitaron a cenar y sobre todo a tomar en el barcito de al lado. Perdí la cuenta de cuántas cervezas pidieron, y para mí que no gusto de la cerveza, para que brindara con ellos, trajeron cachaza.
Al día siguiente, tempranito como combinamos, me despertaron para arrancar.
Dijeron que me dejarían en un poblado llamado Sobral que me quedaría muy bien para encontrar otra carona, ya que por la ruta del litoral, ellos consideraban que no pasarían muchos camiones que me sirvieran. Pensé que ellos sabrían mejor que yo, aunque me fui arrepintiendo a medida que pasaban los kilómetros y yo veía que estaba volviendo demasiado para atrás sobre mis propios pasos... resulta que volvimos a cruzar la frontera Piauí-Ceará en sentido inverso y yo pensaba en el tiempo perdido, pero ya era tarde, porque si les pedía que me dejaran en la mitad de la ruta podía morir ahí de vieja.
Me dejaron en una estación de servicio a la salida de Sobral cerca del mediodía. Traté de acercarme al personal de la estación pero no parecían muy interesados en que yo estuviera ahí. Me resguardé del sol bajo el techo del restaurante y al rato me ofrecieron sentarme, luego agua, y al final un plato de comida.
Noté que a pesar de no estar al sol se me formaban unas ampollitas bajo la piel en los pliegues de las manos. No recuerdo que me hubiera pasado antes. Traté de tomar el máximo de agua posible. Una vendedora me dio ánimos diciendo que iba a encontrar alguien que me llevara más sobre el final de la tarde, que ahí, con el calor, la gente evitaba manejar en las horas más cálidas. 

Efectivamente sólo conseguí un camión yendo para aquel lado de tarde.
Yo estaba pidiendo que me dejaran en Teresina, capital de Piauí. Este hombre me dijo que pasaba por ahí y seguía hasta Pará, que me podía dejar más adelante. Agradecí encontrarme de nuevo en un camión de los amplios donde nadie iba alcanzar mi pierna mientras manejase. El hombre era un fanático del aire acondicionado, al punto que me tuve que abrigar con un saquito.
Viajaba casi en caravana con otros dos camioneros de la misma empresa, uno de ellos era el hermano. Subimos Sierra Grande para llegar -nuevamente para mi- al estado de Piauí. Realmente era un ruta peligrosa para quien no la conociera.
Cada vez que paraba en algún puesto de control, o una estación de servicio, bajaba para hablar con el hermano. Una de las veces que volvió me comentó que el hermano le preguntaba si ya me había abordado. Noté que lo decía porque le interesaría, y respondí rápidamente que me parecía perfecto que no me abordara cuando no había interés de mi parte. Anduve nerviosa un tiempo pero el hombre entendió y al rato estaba hablando de otra cosa.

A la mañana siguiente me estaba dejando en Cachucha, un poblado ubicado un km antes que la entrada a la ruta que lleva a la isla donde queda ubicada la ciudad de São Luis.
Estuve en una nueva estación de servicio durante varias horas.
Aquí tuve ayuda de un camionero que estaba esperando cargamento y de los trabajadores de la estación, que me daban ideas de cómo pedir carona.
En un momento me preguntaron si era de la iglesia. Me causó mucha gracia, sobre todo porque tenía la sensación de que las mujeres de los camioneros me miraban como si fuera una prostituta, o como le dicen acá, mujer "de programa".
Una de las muchachas de la estación terminó convenciendo a un camionero desconfiado de que yo era inofensiva y que me podía llevar tranquilo. El pibe me arrimó hasta una terminal de ómnibus en la entrada de la ciudad, donde tomé un bondi hasta otra terminal y desde ahí otro más, y terminé llegando de noche al punto de encuentro marcado con mi nuevo "couch".

Cansancio es poco.

(click acá para ver la ruta)

jueves, 23 de enero de 2014

Jericoacoara o "la frustración"

A veces las cosas más planificadas no salen.

A veces la gente que tiene las mejores referencias solo "se hizo fama y se echó a dormir"... y nadie le despertó para mostrarle al mundo que estaba actuando mal.

Me choqué con esto en mi frustrado viaje a Jericoacoara.

La organización sin fines de lucro CouchSurfing, que mencioné ya otras veces, es una red de hospedaje solidario, en la cual cada persona que participa -registrándose a través de internet- escribe en su perfil personal lo que tiene para ofrecer a los posibles huéspedes que lleguen a su casa: si tiene un sofá en el living o un colchón de lujo en un cuarto separado, o un lugar en el piso para tirar un sobre de dormir, o incluso, si no tiene espacio, puede escribir qué disponibilidad tiene para mostrar al viajante la ciudad donde vive o pasarle piques para conocerla. Digamos que se puede participar de varias maneras, y sigo siendo parte de esta red y apoyando sus fines.


Entonces, en Jericoacoara, iba a hospedarme en la casa de un "couch" con el que me había contactado a través de esa Red, en la cual él tenía buenas referencias, y ya me había pasado el teléfono para confirmar mi día de llegada y había hablado con él y todo. Resumiendo, llegué allá a la 5 de la tarde después de muchas horas de viaje, supercansada, y el pibe me dice que no tiene espacio para mí, que me confundió con alguien más y que esa persona ya llegó. 
Les consigue unos cuartos para alquilar a unas alemanas que venían conmigo en el jeep que hace el recorrido desde el poblado más cercano hasta esta aldea -que está ubicada sobre la playa, dentro de un Parque Nacional, y sugiere que me quede con ellas. 
De más está decir que estoy super indignada y no me da ni para pelear, sólo le pido que me ayude solucionar la situación y ni siquiera me permite dejar las mochilas en su casa ya que dice que realmente no hay espacio. 
El lugar es sumamente caro y no veo ninguna chance de poder pasar unos días como tenía pensado, antes de seguir para São Luis, en el estado de Maranhão. 
Termino pasando esa noche a escondidas en uno de los cuartos de la alemanas (que son unas divinas y también están muy indignadas) y a la mañana siguiente salgo temprano a enfrentar nuevamente la carretera, sin haber conocido el supuesto paraíso del que tanta gente me habló en Fortaleza.



viernes, 17 de enero de 2014

Fortitudine!

En el camino a Fortaleza fui acompañada por lluvia un buen trecho.
Cuando llegué, me contaron que hacía 2 años que no llovía, y bromeaban con que yo había traido la lluvia. Sentí aquello como algo negativo, ya que estoy ligando demasiada lluvia pa mi gusto en este viaje, pero me dijeron que acá estaban todos contentos con la lluvia, que sobre todo en el interior se estaba sufriendo mucho la seca... los que también quedaron muy contentos fueron lo mosquitos que se reprodujeron de forma maravillosa y no le hacen ningún caso al viento de los ventiladores.
Me cuentan que acá el mosquito del dengue ya ha evolucionado de tal manera que también se cría en aguas servidas y no sólo en agua potable como era antes. De hecho en Fortaleza me cuentan muchas cosas, y me muestran tantas otras, y quedo super contenta con la visita hecha a esta ciudad.

Empiezo del principio:

llegué a la residencia universitaria del Campus de Pici un martes de noche. Bruno y Levy me fueron a buscar a la entrada de la Universidad donde me dejó la muchacha que me trajo en auto hasta acá.
En el camino Levy me confesó que cuando supo que yo iba a llegar le dio una sensación de rabia que venía de envidia, pero que luego se dio cuenta que me podía hacer muchas preguntas para poder viajar en un futuro del mismo modo que yo, y eso lo alegró mucho ( y no perdió tiempo en preguntar, y yo por supuesto contesté todo lo que pude y ya lo hice parte de la red CouchSurfing y demás).

Entramos a la residencia y vi que era realmente mayor que las que conocía: acá viven cerca de 300 estudiantes. El tema es que ahora están de vacaciones y hay un porcentaje mínimo de los mismos, que incluso van rotando: cuando unos van para el interior otros están volviendo.

La casa donde me quedé es el apartamento de Bruna y Karithas, un cuarto para dos que comparte baño con otro cuarto. Bruna suele dormir en hamaca paraguaya, por lo que había una cama libre para mí.
Con los días me alegré de no tener que dormir en el piso porque al estar cerca del basurero de la residencia, este apartamento está lleno de cucarachas, de diferentes tamaños y tipos.

Al día siguiente las muchachas me consiguieron una tarjeta de residente -perteneciente a un amigo que estaba en el interior por unos días-, para que yo pudiera entrar al Restaurante universitario para almorzar y cenar gratuitamente entre semana, lo que me facilitó mucho las cosas. En ese restaurante, además, pude probar distintos platos típicos de la zona: un día "peixada cearense" (una forma de preparar pescado a la leche), "baião de dois" (porotos cocinados juntos con el arroz), paçoca (carne de sol con fariña)... La "carne de sol" -aprendí-, no es un tipo de corte como me habían dicho en otros lugares, sino que es una forma de preservar la carne, típica del sertão: se deja la carne cortada al sol y con el clima seco y el calor, ésta se cocina, y se conserva por mucho tiempo.

Con las muchachas una noche vimos una película cearense llamada Cinema holywúde. Es tan local que para el resto del Brasil le pusieron subtítulos en portugués para "traducir" los localismos. La versión que nosotras vimos no tenía subtítulos... vale decir que lo poco que entendí fue por el contexto de las conversaciones y las acciones que las acompañaban. Incluso así, me pareció divertida.

Un día, con las muchachas fuimos a una playa, llamada Praia do futuro. 
No estaba muy linda ese día y no dio para meterse: más allá de que el agua acá no sea transparente como en los otros lugares del nordeste brasileño que venía viendo, ese día no solo estaba verde y con olas enormes, sino que tenía unas sospechosas manchas marrón-amarillentas que las muchachas decían que era arena revuelta pero parecía mugre de caño, mismo. Para llegar allá tomamos dos bondis, y demoramos mucho en llegar, cerca de una hora y media, y con esto agarramos el horario de mediodía en la playa. Como estaba bastante despoblada pudimos elegir una sombrilla de paja en uno de los tantos barcitos, y nos quedamos ahí abajo prácticamente todo el tiempo. Almorzamos ahí mismo y sesteamos, y las muchachas dijeron que teníamos que irnos para no agarrar el horario pico de la vuelta (horario de salida de los trabajos, entre las 4 y las 7 de la tarde) así que a las 2 nos estábamos yendo.
Si bien no agarramos el transporte lento de la mañana, volvimos a demorar casi dos horas en llegar.
Fortaleza es grande, no hay caso.

Hice averiguaciones para cantar en los bondis: sabía de un argentino que subía con su guitarra a tocar, o mejor dicho, que en un tiempo lo había hecho. Pero no le encontré la vuelta: acá se sube a los bondis por la puerta de atrás, donde hay un cobrador y la roleta para pasar. El chofer solo abre para que baje gente, nunca para responder preguntas o para que suba un vendedor o alguien a pedir. ¿Y cómo hacen? Bueno, los vendedores solo suben en las terminales (hay varias en la ciudad, donde uno puede bajar y tomarse otro bondi sin pagar de nuevo), y la gente que sube a pedir, pide a alguien que le pague el boleto para poder pasar y después sigue hasta la siguiente terminal, y de ahí a otra y etc hasta terminar su jornada. Definitivamente no es para mí, que no conozco la ciudad.

Otro día fui con los muchachos al centro.
Hicimos una especie de tour turístico por los principales lugares: primero recorrimos algunas calles de tiendas, que están ordenadas por rubros: hay una calle con mercerías, otra con cosas de cotillón, otra con veterinarias y artículos para animales, otra con electrodomésticos, y así.
De lejitos me mostraron una especie de estadio que pertenece a una iglesia pentecostal y al lado un edificio enorme que es la parte comercial de la misma.

Me contaron que Fortaleza tuvo una época sumamente influenciada por Francia (ya que fue invadida por franceses) y la Belle Epoque se vivió también aquí. Esto se puede ver en los edificios y construcciones que se mantuvieron.

Hay tres plazas alineadas, y en la época, cada una de ellas correspondía a una clase social: la plaza de la clase baja, la de la clase media y la de la clase alta.

Por la asociada a la clase baja no pasamos, pero me dijeron que no tenía nada interesante actualmente.

En la de la clase media estaba lleno de gente, y aún así se veía amplia y luminosa. en su época era donde juntaban los intelectuales, y alrededor solía haber cafés. Parece que en un tiempo, vivía ahí un chivo, al que le daban tanto café como cachaza, y era un personaje tan importante que una vez que los pobladores no concordaban con los candidatos a gobernador propuestos, el chivo ganó las elecciones.

El Paseo Público, que había sido la plaza asociada a la clase alta, es un espacio cercado (lo que vuelve irónico su nombre), y perdió su prestigio cuando empezó a ganar terreno la prostitución en ese lugar. Actualmente ha sido "limpiado" y se mantiene como espacio familiar. Es un lugar muy arbolado, con un Baobab centenario que parece que fue usado como paredón de fusilamiento, y con muchas otras especies que dan una sombra bien agradable. Además es la plaza con mejor vista: está ubicada en un parte alta, y luego de unos techos se ve el mar.

También fuimos al Dragón del mar: un gran Centro cultural moderno y bonito, que alrededor nuclea además varios bolichitos nocturnos. La historia del nombre del centro cultural también es interesante: así le llamaban a un famoso pescador que en un momento pasó a ser el jefe de la flota pesquera de la zona. Como tal, en época de esclavitud, debía comandar a los pequeños barcos que traían esclavos desde los enormes barcos negreros hasta la costa. Como el hombre no estaba de acuerdo con la esclavitud, decidió negarse a dicho transporte, y los empleados lo siguieron, y parece que así comenzó la revuelta abolicionista en Fortaleza.

También pasamos por la Catedral, que imita algún estilo francés tipo Gótico y dicen que siempre está en obras.
Nos faltó entrar en algunos museos, que estaban cerrados por ser lunes, y en el Mercado Central, que vende cosas típicas nordestinas.

Llegamos a la costa y nos metimos en un antiguo muelle a descansar un rato y observar el mar. Atrás nuestro se veía una muralla de edificios altos y nuevos, que se perdía en el horizonte, indicio de que esta es una zona cara para vivir. Igual que en Recife, aquí dicen que por culpa de ellos no llega el viento al resto de la ciudad. Sin embargo a mí Fortaleza me pareció una ciudad ventosa... cómo sería si no!

Cuando picó el hambre nos metimos un rato a la ciudad, a una cadena de venta de "cachorros quentes" llamada Oh my dog... todo muy bizarro, desde las ilustraciones en las paredes hasta el tamaño de las salchichas y su acompañamiento...éramos 4 y pedimos 2...

Después que se sumó otro amigo de la barra volvimos a la playa con la idea de ver la puesta de sol desde dentro del mar. Nos metimos a otro muelle, éste más conservado.
No logramos ver la puesta de sol porque había demasiadas nubes, pero la luna se estaba llenando y apareció un rato y estuvo muy bonito.
Después recorrimos la rambla, que tiene toda una parte peatonal con mucha gente andando en patines, skates, bicis y carritos a pedal, y más adelante se amplía la franja de arena y hay espacio para gimnasia y canchas de volley. Y una estatua de Iracema, un personaje que da nombre a una novela famosa y a la playa que caminamos.

Para volver esperamos 55 minutos el bondi, un bondi común, que une dos partes movimentadas de la ciudad...y por supuesto fuimos parados.

Al día siguiente nos levantamos todos con dolor de cabeza. La teoría era que habíamos andado mucho bajo el sol, pero la mayoría del tiempo realmente estuvo nublado.


La cuestión es que las gurisas me aguantaron dos días enteros en el cuarto prácticamente sin salir, solo comiendo para tomar remedios antijaquecosos que no querían hacer efecto y queriendo dormir lo máximo posible para despertarme despejada.












 Espero amanecer bien mañana, ya que tengo planes postergados de viajar y un rincón en una casa de un artesano a 300 km de aquí esperándome.



sábado, 11 de enero de 2014

"Ojalá que esto pronto suceda..."



Dicen que viajando se fortalece el corazón
pues andar nuevos caminos
te hace olvidar el anterior
Ojalá que esto pronto suceda,
así podrá descansar mi pena
hasta la próxima vez

Y así encuentras una paloma herida
que te cuenta su poesía de haber amado
y quebrantado otra ilusión
Seguro que al rato estará volando,
inventando otra esperanza
para volver a vivir

Creo que nadie puede dar una respuesta
ni decir que puerta hay que tocar
Creo que a pesar de tanta melancolía,
tanta pena y tanta herida,
sólo se trata de vivir

En mi almanaque hay una fecha vacía,
es la del día que dijiste que tenías que partir
Debes andar por nuevos caminos
para descansar la pena hasta la próxima vez
Seguro que al rato estarás amando,
inventando otra esperanza para volver a vivir

Creo que nadie puede dar una respuesta
ni decir que puerta hay que tocar
Creo que a pesar de tanta melancolía,
tanta pena y tanta herida,
sólo se trata de vivir

Dicen que viajando se fortalece el corazón
pues andar nuevos caminos
te hace olvidar el anterior
Ojalá que esto pronto suceda,
así podrá descansar mi pena
hasta la próxima vez
Seguro que al rato estaré volando,
inventando otra esperanza para volver a vivir

Creo que nadie puede dar una respuesta
ni decir que puerta hay que tocar
Creo que a pesar de tanta melancolía,
tanta pena y tanta herida,
sólo se trata de vivir.

...por dos ruedas no fue camión...

Para llegar de Natal (Rio Grande do Norte) a Fortaleza (Ceará) hay que recorrer más de 500 km hacia el Nor-Oeste. Digamos que hay que doblar la esquina de Brasil y seguir un poco más.
(aquí se ve el recorrido)

Como había hecho otras veces busqué en FB la posibilidad de encontrar una "carona" con alguien que viajara para allá. La diferencia fue que esta vez encontré.

De hecho encontré más de una persona, solo que solo una de ellas fue concreta y práctica: me pasó su número cuando vio mi mensaje, me explicó cuándo calculaba pasar por Natal, ya que venía desde Rio de Janeiro, me avisó cuando se atrasó, y fue bien clara y práctica para marcar un punto de encuentro.

Ileyne tiene 25 años, y venía haciendo un recorrido de más de 3000 km manejando sola. Ofreció llevar gente por todos lados: en los grupos de FB, en el sitio de CouchSurfing -red de la cual también forma parte- y entre conocidos en general. Me contó que nadie había sido concreto para ser transportado, y que no entendía que la gente pidiera en los grupos y luego no se comunicara. Solo había ido acompañada en el viaje por un par de personas en algún trecho corto, a quienes levantó en la ruta.
Me contó cómo en esos días había aprendido a hacer muchas cosas manejando: comer y beber, leer algunas indicaciones sobre los lugares donde pretendía pasar la noche y hasta pasarse protector solar del lado de la ventanilla. No había forma de que no me hiciera acordar a algunos camioneros que había conocido, aunque no se lo mencioné.

Cuando me dejó en Fortaleza, no sólo se preocupó por dejarme cerca sino que esperó a que me vinieran a buscar al auto para luego seguir viaje, ya siendo de noche, al pueblo en el interior de Ceará donde actualmente vive, casi en el medio de la nada, a causa de su trabajo como ecóloga.

domingo, 5 de enero de 2014

Khrystal en Natal, 1o. de enero 2014


Navidad en Navidad



El 25 de diciembre llegué a la ciudad de Natal.
Hacía un tiempo me había propuesto esta meta, como algo simbólico: pasar navidad en una ciudad que se llama "Navidad".
Pensé que habría grandes festejos, pero la mayoría de las cosas estaban cerradas, como en cualquier otro lugar que conozco.
Por las dudas averigüé, y sí, se llama Natal porque fue fundada un día de Navidad.
Hace más de 400 años.
De todas maneras mi guía turístico personal me llevó a recorrer algunos lugares importantes: Punta Negra (la playa más famosa y concurrida); la zona portuaria y la desembocadura del Río Potengí, que divide la ciudad en dos; el árbol de navidad, que desde hace unos años se arma en el mismo lugar y suele haber actividades gratuitas cerca, sobre todo en un anfiteatro; el Natal Shopping (por fuera, claro); y el Arena das Dunas, el nuevo estadio de la ciudad, reconstruido especialmente para la Copa 2014.
Al día siguiente recorrimos algunas cosas más: fuimos hasta un poblado cercano llamado Pirangí que es famoso por tener el cajueiro (árbol de cajú) más grande del mundo.
Si, es grande, ocupa una manzana.
Las ramas tocan tierra y de ahí nace otro gajo y toda esa mata se considera el mismo árbol.
Hasta armaron un mirador para que la gente vea el árbol desde arriba.
Por supuesto cobran para subir.
Y todas las cosas alrededor tienen formas de cajú o se llaman algo relativo.
En esa zona también hay playas muy bonitas y más abiertas que en Natal. Ideales para los surfistas y aledaños.
De noche fuimos a una Roda de Samba en una plaza.
Una roda de samba básicamente está compuesta por varios músicos, que tocan samba, cada uno con su instrumento, alrededor de unas mesas, mirándose entre sí. Sólo que hay un montón de gente alrededor cantando y bailando las canciones, y hay amplificación para quien no está cerca. En las mesas se ven las botellas de cerveza de los músicos que van quedando vacías a lo largo de la noche. Al terminar, o después de cada vuelta, pasan una gorra entre la gente para quien quiera colaborar.
El 27 me mudé para la casa de Sara, amiga de un amigo, con quien ya había combinado para ser hospedada.
En realidad no era una casa, sino un apartamentito con dos cuartos que compartía con dos personas más. Cuando me recibió me dijo que sus compañeros estaban, en ese momento, mirando un apartamento para mudarse lo antes posible, porque ya no aguantaban más el calor y la falta de ventilación de donde estaban. Cuando volvieron le hablaron maravillas del nuevo lugar y entre los tres empezaron a planificar la mudanza, que se fue dando en los días subsiguientes.

De hecho la mudanza principal, con flete contratado, fue realizada el 31 de diciembre. 
Como para empezar año nuevo en casa nueva, literalmente.

De noche armamos una cena muy barata (todo el mundo en la casa andaba complicado de dinero, y yo no soy la excepción), pero no faltaron los "drinks": capirinha, vodka con jugo de tangerina, y vino con leche condensada. 
A cuál más rico. 
A eso de 10 y media partimos con dos parejas para recibir el año nuevo frente a un escenario en la calle. Fue difícil conseguir bondi, porque todo el mundo estaba en la misma, pero al fin llegamos al "Ponto Sete". Primero asistimos a un recital de una doña que quedaba de fondo de las conversaciones, y que fue quien hizo la cuenta regresiva (luego de lo cual yo esperaba una cantidad de fuegos artificiales que no llegaron); después el show de uma muchacha com um poco más de onda, que cantaba covers con una bandota; y, pasadas las 2 de la mañana apareció Khrystal, una compositora que se hizo famosa en un programa de televisión (el cual no ganó), pero que ya cantaba en Natal hace muchos años.

Y me gustó muchísimo. 
Una mezcla de ritmos típicos nordestinos con rocanrol. 
Y una presencia súper fuerte y espontánea, con letras también bien interesantes.

Cuando terminó, hacía rato que era de día. 
Aquí hay una tradición que dice que se debe saltar siete olas el primer día del año para que sea próspero. Así que caminamos hasta la playa más cercana, ya deshechos de bailar y de la mudanza. Fue agradable meterse a saltar y después reposar en la arena, y me arrepentí mucho de no tener biquini. 

El 1o. lo pasamos casi todo el día durmiendo, y solo fuimos de noche hasta la casa de uno de los muchachos a ver una película. Era una comedia brasilera, llamada "Mi madre es una pieza", y a pesar de que algunas cosas me las perdía me resultó muy divertida.

Pensaba arrancar el 2 para Fortaleza (o hacer el intento) pero no me dio el cuerpo. 
Me desperté, si, tempranísimo porque acá la luz despierta a un muerto, pero tenía aún un cansancio acumulado que me hizo recapacitar y ver que no tenía apuro para irme.

Pregunté cómo era el asunto de cantar en los bondis acá y me dijeron que no hay costumbre, pero que sí suben vendedores y personas a pedir, así que no tendría por qué haber problemas. 
Salí un ratito de tarde a probar suerte, compartiendo un par de canciones uruguayas con el público rodante.
En 3 bondis no me dejaron subir, y en 4 sí.
En los que sí, la respuesta fue buena, la gente en general prestando atención y haciendo algún comentario positivo después. 

A la vuelta, con lo ganado pasé por un super para llevar algunas cosas para la casa. 
La barra agradecida, aunque siguen insistiendo en que no pague nada ni haga nada porque "soy visita".