jueves, 23 de enero de 2014

Jericoacoara o "la frustración"

A veces las cosas más planificadas no salen.

A veces la gente que tiene las mejores referencias solo "se hizo fama y se echó a dormir"... y nadie le despertó para mostrarle al mundo que estaba actuando mal.

Me choqué con esto en mi frustrado viaje a Jericoacoara.

La organización sin fines de lucro CouchSurfing, que mencioné ya otras veces, es una red de hospedaje solidario, en la cual cada persona que participa -registrándose a través de internet- escribe en su perfil personal lo que tiene para ofrecer a los posibles huéspedes que lleguen a su casa: si tiene un sofá en el living o un colchón de lujo en un cuarto separado, o un lugar en el piso para tirar un sobre de dormir, o incluso, si no tiene espacio, puede escribir qué disponibilidad tiene para mostrar al viajante la ciudad donde vive o pasarle piques para conocerla. Digamos que se puede participar de varias maneras, y sigo siendo parte de esta red y apoyando sus fines.


Entonces, en Jericoacoara, iba a hospedarme en la casa de un "couch" con el que me había contactado a través de esa Red, en la cual él tenía buenas referencias, y ya me había pasado el teléfono para confirmar mi día de llegada y había hablado con él y todo. Resumiendo, llegué allá a la 5 de la tarde después de muchas horas de viaje, supercansada, y el pibe me dice que no tiene espacio para mí, que me confundió con alguien más y que esa persona ya llegó. 
Les consigue unos cuartos para alquilar a unas alemanas que venían conmigo en el jeep que hace el recorrido desde el poblado más cercano hasta esta aldea -que está ubicada sobre la playa, dentro de un Parque Nacional, y sugiere que me quede con ellas. 
De más está decir que estoy super indignada y no me da ni para pelear, sólo le pido que me ayude solucionar la situación y ni siquiera me permite dejar las mochilas en su casa ya que dice que realmente no hay espacio. 
El lugar es sumamente caro y no veo ninguna chance de poder pasar unos días como tenía pensado, antes de seguir para São Luis, en el estado de Maranhão. 
Termino pasando esa noche a escondidas en uno de los cuartos de la alemanas (que son unas divinas y también están muy indignadas) y a la mañana siguiente salgo temprano a enfrentar nuevamente la carretera, sin haber conocido el supuesto paraíso del que tanta gente me habló en Fortaleza.



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