jueves, 30 de enero de 2014

Quase sem querer...



Tenho andado distraído
Impaciente e indeciso
E ainda estou confuso
Só que agora é diferente
Sou tão tranquilo e tão contente
Quantas chances desperdicei
Quando o que eu mais queria
Era provar pra todo o mundo
Que eu não precisava
Provar nada pra ninguém
Me fiz em mil pedaços
Pra você juntar
E queria sempre achar
Explicação pro que eu sentia
Como um anjo caído
Fiz questão de esquecer
Que mentir pra si mesmo
É sempre a pior mentira
Mas não sou mais
Tão criança a ponto de saber tudo
Já não me preocupo se eu não sei por que
Às vezes o que eu vejo quase ninguém vê
E eu sei que você sabe, quase sem querer
Que eu vejo o mesmo que você
Tão correto e tão bonito
O infinito é realmente
Um dos deuses mais lindos!
Sei que às vezes uso
Palavras repetidas
Mas quais são as palavras
Que nunca são ditas?
Me disseram que você
Estava chorando
E foi então que eu percebi
Como lhe quero tanto
Já não me preocupo se eu não sei por que
Às vezes o que eu vejo quase ninguém vê
E eu sei que você sabe, quase sem querer
Que eu quero o mesmo que você

miércoles, 29 de enero de 2014

El primer regreso.

Y me cansé.

Hace cinco meses que ando por Brasil y me cansé.

A veces es el cuerpo el que da señales, ya no quiere aguantar más la caminata bajo sol o bajo lluvia con más de 10 kilos en la espalda flaca, y la memoria de las voces de los amigos diciendo " es peligroso, es muy peligroso".
Y ahí aparece de pronto un problema intestinal sin explicación aparente, un sangradito fuera de fecha, una migraña inmovilizadora.

A veces es la cabeza, que se cansa de pensar en otro idioma, o de tener que planificar cosas para salir de donde se está para no quedarse invadiendo un espacio de otro, que gentilmente lo cedió para dormir, pero no para quedarse tirada leyendo o mirando una película todo el día.

A veces son los sueños. Pesadillas perturbadoras que me hacen levantarme para procurar un lugar con internet para comprobar que la familia esté bien, que los amigos siguen publicando las mismas cosas, que todo está mas o menos igual.

A veces, entre líneas, leo sobre el deseo de que vuelva.
Y a mi me gustaría traer a esas personas queridas hasta el lugar donde estoy yo, que vean lo que estoy viendo, que saquen la foto con sus propios ojos.
Reirnos juntos de las cosas que me hacen reír sola por las calles.

Hasta ahora no le había hecho caso.
Pero empecé a sentir una especie de picazón de esas que se dan en lugares inrascables.
Y decidí volverme.

No para quedarme para siempre: ahora estoy segura que ese "para siempre" no existe.

No para hacer lo mismo que hacía antes de haber salido y llorar por los rincones por no tener plata o tiempo.
El no tener plata ya no es una excusa, después de haber comprobado por mí misma que lo que realmente preciso para moverme hasta donde se me antoje, es coraje y paciencia.
El no tener tiempo es una elección. Si no tengo tiempo para mí misma no vale la pena vivir.

Volví, para tomar un respiro y seguir andando.

(Clic para ver la ruta aproximada)

lunes, 27 de enero de 2014

Alcantara

En la mitad de la estadía, un día decidimos ir a Alcantara con Sheila, una muchacha de Rio de Janeiro que suele aprovechar sus vacaciones -por más cortas que sean- viajando a diversos lugares.
Alcántara es una ciudad vecina a São Luis, pero para llegar por tierra hay que dar toda una vuelta que demora como 8 horas, así que lo común es cruzar de barco, lo que lleva más o menos una hora, y si el agua está calma, hasta es disfrutable. Hay una parte tranquila del viaje que es en agua de río y otra que se mueve bastante que es en la desembocadura del mismo en el océano.
En general esta ciudad -o pueblito, ya que los brasileros le llaman ciudad a cualquier aglomeración urbana sin importar el tamaño- es visitada por dos motivos: para conocer la parte histórica ya que es un poblado antiquísimo y con muchas construcciones interesantes, o si no para hacer un paseo ecológico que se basa en el avistamiento de guarás, un ave llamativamente rojo-anaranjado que contrasta mucho con el verde de la vegetación del "mangue", nombre del ecosistema pantanoso donde se lo encuentra.
Bueno, llegamos allá a eso de las 10 de la mañana y descubrimos con terror que el último barco volvía a las 14, por lo que no nos iba a dar tiempo para hacer las dos cosas. Los barcos mudan de horario todos los días. Literalmente. Y dependiendo de la marea, el cambio puede ser de media hora o de tres, como fue el caso. Así que mientras hacíamos el recorrido histórico con un guía turístico muy buena onda, íbamos pensando en un plan B. La única opción que vimos era quedarnos esa noche allá y aprovechar la tarde para cruzar en bote hasta una playa desde donde se podían ver los famosos guarás y además justamente hacer playa en en lugar que al menos de lejos se veía precioso.
Apenas nos decidimos y cambiamos el horario del catamarán para la mañana siguiente, el  cielo se empezó a nublar. En parte fue un alivio porque en Alcántara hace mucho calor y no hay casi sombra. Pero se empezó a poner cada vez más oscuro y, a las 4 de la tarde, cuando nuestro guía amigo nos fue a buscar a la posadita donde habíamos decidido quedarnos, le preguntamos si no la veía complicada para el paseo. Se rió de nuestra intención de hacer playa, pero, dijo que el avistamiento lo podríamos hacer igual. Que de todos modos quien sabría más era el barquero.
Caminamos y caminamos y caminamos hasta el muellecito del bote y empezaron a caer unas gotas. El barquero nos aseguró que era una lluvia pasajera, pero a mitad de camino, ya dentro del bote, estaba cayendo un diluvio universal que no paró en toda la noche.
De modo que, ya empapadas, y viendo como mucho tres guarás huyendo de la lluvia, decidimos igual seguir hasta la playa y darnos un buen chapuzón en el agua tibia de la que no daban ningunas ganas de salir. A todo esto también había levantado un viento bárbaro, lo que acentuaba el frío y la necesidad de correr.
Eso si, antes nos dimos unos buenos chapuzones en el barro, perdido por perdido...
Lo peor era pensar que no teníamos ropa seca para cambiarnos porque no habíamos planificado quedarnos.
La dueña de la posada nos prestó ropa suya para que pudiéramos secarnos e intentar secar nuestra ropa, lo que solo se dio realmente sobre nuestro propio cuerpo, al día siguiente, a las 8 de la mañana en el barco de vuelta.

Puede sonar loco, pero fue de los imprevistos más divertidos de mi vida.







domingo, 26 de enero de 2014

São Luis

En São Luis volví a sentir felicidad de participar de la red CouchSurfing. Mi anfitrión me recibió en su casa con tantos detalles que parecía una invitada de un hotel. Como estaba  preocupado porque no me iba a poder dar la suficiente atención en los días siguientes por estar super ocupado con su trabajo, y además porque se mudó hace poco a esta ciudad y no la conoce bien, me puso en contacto con otros "couchsurfers" para que pudiera salir a pasear con ellos o con sus respectivos huéspedes.
Los primeros dos días no me pude comunicar con ellos, pero tampoco me interesaba tanto porque me sentía mareada y con náuseas -que atribuí al cansancio del viaje y posterior afloje- y preferí quedarme tirada. Igual una de las noches salimos a un barcito sobre la playa con un par de amigos de Marco, mi anfitrión, y otro día me fui a conocer una de las atracciones del barrio: la Lagoa de Jensen.
Un día Marco me invitó a conocer la universidad donde trabaja, con un recorrido por dentro de pasillos y salones. Me llamó la atención que fuera un edificio tan grande y con las distintas materias tan mezcladas: allí estudian alumnos de Letras, Pedagogía y Derecho al lado de los laboratorios de Microbiología y lo consultorios de Odontología. Hasta ahora solo había visto universidades donde las facultades se ubicaban en predios diferentes aunque fuera dentro del mismo campus. Alguien me comentó que eso era típico de las universidades públicas (estadules o federales) y que ésta era una universidad privada, y de ahí la diferencia.
El resto de las salidas fueron con otra gente, todas interesantes.
Algunas fueron simples comidas o reuniones familiares en la que me incluyeron, pero que para mí fueron muy ricas en cuanto a conocer la cultura local viviéndola desde dentro. De más está decir que las comidas también estuvieron muy ricas y que mi paladar se ha vuelto interesado en probar cosas a las que antes ni se acercaba.
Paseando, conocí el centro histórico de la ciudad, tanto de día como de noche. Es un lugar declarado Patrimonio Histórico de la Humanidad, por lo que no puede ser modificado. Tiene algunos palacetes y caserones bien bonitos, y también algunas casas con unos arcos y unos azulejos preciosos pero que se vienen abajo por falta de manutención. En algunos lugares las calles son tan estrechas que no pasan los autos.
Una noche fuimos a ver el "Tambor de Criola". ¿Y qué es? Bueno, algo curiosamente parecido con nuestro Candombe.
Se toca con tres tambores de diferente tamaño y en uno de ellos otro tocador "hace madera", y según mi oído uno de ellos sonaba parecido a un chico y otro como un repique. Solo el tercero hacía algo bien distinto, con unos golpes a tierra que le daban otro color. El resto de los participantes del grupo eran bailarinas que llevaban polleras largas y giraban mucho mientras todos cantaban. Me contaron que esta expresión tiene el mismo origen que la Capoeira: una danza africana llamada Danza de la cebra, que combinaba una danza de las mujeres y una pelea de cabezasos de los hombres, y que luego en Brasil los esclavos recrearon diferentes partes de la misma con distintos fines, una más de danza ritual mismo que seria el Tambor de criola, y la otra de lucha y actual deporte como es la Capoeira.
Otra noche, o mejor dicho otra tarde, fuimos a un Reggae, o sea una especie de pub rústico donde solo se toca reggae, música sumamente característica de São Luis, donde no solo se escucha y toca mucho, sino que también se baila en pareja. Dicen que en una época en que no había aún radioemisoras de Brasil, aquí llegaba una radio de Jamaica, lo que influenció mucho la cultura local, y desde entonces esta ciudad es considerada la "Jamaica Brasilera".
La playa también me resultó interesante, con una franja de arena enorme y blanca,  y agua no tan transparente pero sí verde clara y agradablemente tibia y con olas grandes por ser mar abierto.

No visité los famosos Lençois Maranhenses (el atractivo turístico más famoso del estado) porque me comentaron que las lagunas que se suelen formar entre las dunas, y que vienen a ser lo maravilloso del asunto, en esta época del año están secas, y hacer un viaje de cinco horas y pagar una torta de plata para solo ver dunas no me pareció atractivo.

El día antes de partir de São Luis me hablaron -y me mostraron fotos- de un lugar al sur del estado de Maranhão, cerca de una ciudad llamada Carolina que tiene unas formaciones rocosas muy curiosas y varias cascadas y cavernas que me dejaron picando las ganas de volver.





sábado, 25 de enero de 2014

¿Una de arena y una de cal?

Continuando con mi racha de mala onda -y cuestionándome seriamente si no sería yo que con mi negatividad estaba atrayendo negatividad-, el viaje desde Jijoca de Jericoacoara hasta São Luis se me hizo eterno.

Primero, el encontrar un buen punto para hacer dedo, porque por aquí no había una estación grande de servicio ni por asomo. Caminando bastante llegué a un trébol que alguien me indicó que era un buen punto ya que había sombra y una posada movimentada enfrente.
Lo de la sombra era bueno para mí que venía disecándome al sol, lo de la posada ayudaba a que la gente tuviera menos desconfianza y parase. Se me acercaron un par de motociclistas, uno vendiendo helados, y el otro a preguntar a dónde iba, pero no me podía llevar aunque fuera cerca, así que no sé qué quería. En un momento paró una camioneta y me ilusioné, pero paraba solo para disculparse porque no me podía llevar porque estaba completo (lo cual era real y me resultó muy gracioso).

Mi intención era llegar primero a Camocim, el último municipio de Ceará por el litoral, y de ahí conseguir otra carona hasta São Luis, para lo cual tendría que atravesar el estado de Piauí con quien me llevase. Sobre el mediodía paró un camión con dos ocupantes y una especie de grúa atrás. Me dijeron que no entraban en Camocim pero que iban hasta Parnaiba.

Yo sabía que era la ciudad más importante de Piauí sobre el litoral, o sea que me dejarían más adelante en mi camino aunque no exactamente en la ruta que yo esperaba. Me subí contrariando la regla de "mujer sola no sube a vehículo de dos o más hombres". Uno de ellos me hizo recordar el por qué, cuando, sentado al lado mío, buscaba cualquier excusa para ponerme la mano en la pierna o rozarme para alcanzarle algo al otro, que iba manejando. El chofer por el contrario me pareció muy buena gente y preocupado conmigo, así que en una que se bajó a hacer un trámite aproveché para cortarle el mambo al idiota que tenía al lado, que por supuesto me dijo que no se había dado cuenta. Pero no lo hizo más, así que todo bien.

En el camino tuvieron varios percances: algo que se quemaba y largaba un olor horrible cuando frenaban -que solucionaron luego de varios intentos "levantando un truck"-, se perdieron en la ruta por lo que dieron una vuelta en U para volver muchos kms para atrás para agarrar otro camino, y sobre todo, les faltaba una nota que tenían que tener para atravesar la frontera con Piauí. La nota le iba a llegar por e-mail al jefe de ellos, que venía unos kms atrás en su camioneta propia. Cerca de la frontera paramos en un poblado para hacer tiempo esperando la bendita nota y los cuatro tratamos de matar el calor con agua y coca helada bajo los escasos árboles de la plaza. En la mitad de la siesta el jefe salió a imprimir el e-mail que le avisaron le estaban mandando y arrancamos.
Hablaron de que iban a tener que quedarse en una casa de la empresa en Parnaiba ya que no les daba el tiempo para volver a Fortaleza.
El jefe, un ingeniero joven, me dijo que podía quedarme con ellos, que la casa tenía varios cuartos aunque nada de muebles. A esa altura ya sabía que no iba a llegar ese día a São Luis, así que acepté.
Fui con el camión hasta un Shopping que están construyendo en Parnaíba y observé cómo trabajaban con la grúa y colocaban un tanque de gas en cierto lugar que luego sería instalado por otros operarios para abastecer todo el Shopping.

Ya atardeciendo viajamos hasta la casa mientras estos dos se divertían gritándole cosas a la gente que corría por el cantero del medio de una amplia avenida.
Nos reunimos con otros dos operarios y nos ubicamos en los cuartos, efectivamente me dejaron uno para mi sola, donde de noche dormí muriendo de calor en mi sobre de dormir. Cada uno de ellos durmió en su hamaca paraguaya, y volví a recordar por qué tengo que comprarme una pronto.
Antes de eso me invitaron a cenar y sobre todo a tomar en el barcito de al lado. Perdí la cuenta de cuántas cervezas pidieron, y para mí que no gusto de la cerveza, para que brindara con ellos, trajeron cachaza.
Al día siguiente, tempranito como combinamos, me despertaron para arrancar.
Dijeron que me dejarían en un poblado llamado Sobral que me quedaría muy bien para encontrar otra carona, ya que por la ruta del litoral, ellos consideraban que no pasarían muchos camiones que me sirvieran. Pensé que ellos sabrían mejor que yo, aunque me fui arrepintiendo a medida que pasaban los kilómetros y yo veía que estaba volviendo demasiado para atrás sobre mis propios pasos... resulta que volvimos a cruzar la frontera Piauí-Ceará en sentido inverso y yo pensaba en el tiempo perdido, pero ya era tarde, porque si les pedía que me dejaran en la mitad de la ruta podía morir ahí de vieja.
Me dejaron en una estación de servicio a la salida de Sobral cerca del mediodía. Traté de acercarme al personal de la estación pero no parecían muy interesados en que yo estuviera ahí. Me resguardé del sol bajo el techo del restaurante y al rato me ofrecieron sentarme, luego agua, y al final un plato de comida.
Noté que a pesar de no estar al sol se me formaban unas ampollitas bajo la piel en los pliegues de las manos. No recuerdo que me hubiera pasado antes. Traté de tomar el máximo de agua posible. Una vendedora me dio ánimos diciendo que iba a encontrar alguien que me llevara más sobre el final de la tarde, que ahí, con el calor, la gente evitaba manejar en las horas más cálidas. 

Efectivamente sólo conseguí un camión yendo para aquel lado de tarde.
Yo estaba pidiendo que me dejaran en Teresina, capital de Piauí. Este hombre me dijo que pasaba por ahí y seguía hasta Pará, que me podía dejar más adelante. Agradecí encontrarme de nuevo en un camión de los amplios donde nadie iba alcanzar mi pierna mientras manejase. El hombre era un fanático del aire acondicionado, al punto que me tuve que abrigar con un saquito.
Viajaba casi en caravana con otros dos camioneros de la misma empresa, uno de ellos era el hermano. Subimos Sierra Grande para llegar -nuevamente para mi- al estado de Piauí. Realmente era un ruta peligrosa para quien no la conociera.
Cada vez que paraba en algún puesto de control, o una estación de servicio, bajaba para hablar con el hermano. Una de las veces que volvió me comentó que el hermano le preguntaba si ya me había abordado. Noté que lo decía porque le interesaría, y respondí rápidamente que me parecía perfecto que no me abordara cuando no había interés de mi parte. Anduve nerviosa un tiempo pero el hombre entendió y al rato estaba hablando de otra cosa.

A la mañana siguiente me estaba dejando en Cachucha, un poblado ubicado un km antes que la entrada a la ruta que lleva a la isla donde queda ubicada la ciudad de São Luis.
Estuve en una nueva estación de servicio durante varias horas.
Aquí tuve ayuda de un camionero que estaba esperando cargamento y de los trabajadores de la estación, que me daban ideas de cómo pedir carona.
En un momento me preguntaron si era de la iglesia. Me causó mucha gracia, sobre todo porque tenía la sensación de que las mujeres de los camioneros me miraban como si fuera una prostituta, o como le dicen acá, mujer "de programa".
Una de las muchachas de la estación terminó convenciendo a un camionero desconfiado de que yo era inofensiva y que me podía llevar tranquilo. El pibe me arrimó hasta una terminal de ómnibus en la entrada de la ciudad, donde tomé un bondi hasta otra terminal y desde ahí otro más, y terminé llegando de noche al punto de encuentro marcado con mi nuevo "couch".

Cansancio es poco.

(click acá para ver la ruta)

jueves, 23 de enero de 2014

Jericoacoara o "la frustración"

A veces las cosas más planificadas no salen.

A veces la gente que tiene las mejores referencias solo "se hizo fama y se echó a dormir"... y nadie le despertó para mostrarle al mundo que estaba actuando mal.

Me choqué con esto en mi frustrado viaje a Jericoacoara.

La organización sin fines de lucro CouchSurfing, que mencioné ya otras veces, es una red de hospedaje solidario, en la cual cada persona que participa -registrándose a través de internet- escribe en su perfil personal lo que tiene para ofrecer a los posibles huéspedes que lleguen a su casa: si tiene un sofá en el living o un colchón de lujo en un cuarto separado, o un lugar en el piso para tirar un sobre de dormir, o incluso, si no tiene espacio, puede escribir qué disponibilidad tiene para mostrar al viajante la ciudad donde vive o pasarle piques para conocerla. Digamos que se puede participar de varias maneras, y sigo siendo parte de esta red y apoyando sus fines.


Entonces, en Jericoacoara, iba a hospedarme en la casa de un "couch" con el que me había contactado a través de esa Red, en la cual él tenía buenas referencias, y ya me había pasado el teléfono para confirmar mi día de llegada y había hablado con él y todo. Resumiendo, llegué allá a la 5 de la tarde después de muchas horas de viaje, supercansada, y el pibe me dice que no tiene espacio para mí, que me confundió con alguien más y que esa persona ya llegó. 
Les consigue unos cuartos para alquilar a unas alemanas que venían conmigo en el jeep que hace el recorrido desde el poblado más cercano hasta esta aldea -que está ubicada sobre la playa, dentro de un Parque Nacional, y sugiere que me quede con ellas. 
De más está decir que estoy super indignada y no me da ni para pelear, sólo le pido que me ayude solucionar la situación y ni siquiera me permite dejar las mochilas en su casa ya que dice que realmente no hay espacio. 
El lugar es sumamente caro y no veo ninguna chance de poder pasar unos días como tenía pensado, antes de seguir para São Luis, en el estado de Maranhão. 
Termino pasando esa noche a escondidas en uno de los cuartos de la alemanas (que son unas divinas y también están muy indignadas) y a la mañana siguiente salgo temprano a enfrentar nuevamente la carretera, sin haber conocido el supuesto paraíso del que tanta gente me habló en Fortaleza.



viernes, 17 de enero de 2014

Fortitudine!

En el camino a Fortaleza fui acompañada por lluvia un buen trecho.
Cuando llegué, me contaron que hacía 2 años que no llovía, y bromeaban con que yo había traido la lluvia. Sentí aquello como algo negativo, ya que estoy ligando demasiada lluvia pa mi gusto en este viaje, pero me dijeron que acá estaban todos contentos con la lluvia, que sobre todo en el interior se estaba sufriendo mucho la seca... los que también quedaron muy contentos fueron lo mosquitos que se reprodujeron de forma maravillosa y no le hacen ningún caso al viento de los ventiladores.
Me cuentan que acá el mosquito del dengue ya ha evolucionado de tal manera que también se cría en aguas servidas y no sólo en agua potable como era antes. De hecho en Fortaleza me cuentan muchas cosas, y me muestran tantas otras, y quedo super contenta con la visita hecha a esta ciudad.

Empiezo del principio:

llegué a la residencia universitaria del Campus de Pici un martes de noche. Bruno y Levy me fueron a buscar a la entrada de la Universidad donde me dejó la muchacha que me trajo en auto hasta acá.
En el camino Levy me confesó que cuando supo que yo iba a llegar le dio una sensación de rabia que venía de envidia, pero que luego se dio cuenta que me podía hacer muchas preguntas para poder viajar en un futuro del mismo modo que yo, y eso lo alegró mucho ( y no perdió tiempo en preguntar, y yo por supuesto contesté todo lo que pude y ya lo hice parte de la red CouchSurfing y demás).

Entramos a la residencia y vi que era realmente mayor que las que conocía: acá viven cerca de 300 estudiantes. El tema es que ahora están de vacaciones y hay un porcentaje mínimo de los mismos, que incluso van rotando: cuando unos van para el interior otros están volviendo.

La casa donde me quedé es el apartamento de Bruna y Karithas, un cuarto para dos que comparte baño con otro cuarto. Bruna suele dormir en hamaca paraguaya, por lo que había una cama libre para mí.
Con los días me alegré de no tener que dormir en el piso porque al estar cerca del basurero de la residencia, este apartamento está lleno de cucarachas, de diferentes tamaños y tipos.

Al día siguiente las muchachas me consiguieron una tarjeta de residente -perteneciente a un amigo que estaba en el interior por unos días-, para que yo pudiera entrar al Restaurante universitario para almorzar y cenar gratuitamente entre semana, lo que me facilitó mucho las cosas. En ese restaurante, además, pude probar distintos platos típicos de la zona: un día "peixada cearense" (una forma de preparar pescado a la leche), "baião de dois" (porotos cocinados juntos con el arroz), paçoca (carne de sol con fariña)... La "carne de sol" -aprendí-, no es un tipo de corte como me habían dicho en otros lugares, sino que es una forma de preservar la carne, típica del sertão: se deja la carne cortada al sol y con el clima seco y el calor, ésta se cocina, y se conserva por mucho tiempo.

Con las muchachas una noche vimos una película cearense llamada Cinema holywúde. Es tan local que para el resto del Brasil le pusieron subtítulos en portugués para "traducir" los localismos. La versión que nosotras vimos no tenía subtítulos... vale decir que lo poco que entendí fue por el contexto de las conversaciones y las acciones que las acompañaban. Incluso así, me pareció divertida.

Un día, con las muchachas fuimos a una playa, llamada Praia do futuro. 
No estaba muy linda ese día y no dio para meterse: más allá de que el agua acá no sea transparente como en los otros lugares del nordeste brasileño que venía viendo, ese día no solo estaba verde y con olas enormes, sino que tenía unas sospechosas manchas marrón-amarillentas que las muchachas decían que era arena revuelta pero parecía mugre de caño, mismo. Para llegar allá tomamos dos bondis, y demoramos mucho en llegar, cerca de una hora y media, y con esto agarramos el horario de mediodía en la playa. Como estaba bastante despoblada pudimos elegir una sombrilla de paja en uno de los tantos barcitos, y nos quedamos ahí abajo prácticamente todo el tiempo. Almorzamos ahí mismo y sesteamos, y las muchachas dijeron que teníamos que irnos para no agarrar el horario pico de la vuelta (horario de salida de los trabajos, entre las 4 y las 7 de la tarde) así que a las 2 nos estábamos yendo.
Si bien no agarramos el transporte lento de la mañana, volvimos a demorar casi dos horas en llegar.
Fortaleza es grande, no hay caso.

Hice averiguaciones para cantar en los bondis: sabía de un argentino que subía con su guitarra a tocar, o mejor dicho, que en un tiempo lo había hecho. Pero no le encontré la vuelta: acá se sube a los bondis por la puerta de atrás, donde hay un cobrador y la roleta para pasar. El chofer solo abre para que baje gente, nunca para responder preguntas o para que suba un vendedor o alguien a pedir. ¿Y cómo hacen? Bueno, los vendedores solo suben en las terminales (hay varias en la ciudad, donde uno puede bajar y tomarse otro bondi sin pagar de nuevo), y la gente que sube a pedir, pide a alguien que le pague el boleto para poder pasar y después sigue hasta la siguiente terminal, y de ahí a otra y etc hasta terminar su jornada. Definitivamente no es para mí, que no conozco la ciudad.

Otro día fui con los muchachos al centro.
Hicimos una especie de tour turístico por los principales lugares: primero recorrimos algunas calles de tiendas, que están ordenadas por rubros: hay una calle con mercerías, otra con cosas de cotillón, otra con veterinarias y artículos para animales, otra con electrodomésticos, y así.
De lejitos me mostraron una especie de estadio que pertenece a una iglesia pentecostal y al lado un edificio enorme que es la parte comercial de la misma.

Me contaron que Fortaleza tuvo una época sumamente influenciada por Francia (ya que fue invadida por franceses) y la Belle Epoque se vivió también aquí. Esto se puede ver en los edificios y construcciones que se mantuvieron.

Hay tres plazas alineadas, y en la época, cada una de ellas correspondía a una clase social: la plaza de la clase baja, la de la clase media y la de la clase alta.

Por la asociada a la clase baja no pasamos, pero me dijeron que no tenía nada interesante actualmente.

En la de la clase media estaba lleno de gente, y aún así se veía amplia y luminosa. en su época era donde juntaban los intelectuales, y alrededor solía haber cafés. Parece que en un tiempo, vivía ahí un chivo, al que le daban tanto café como cachaza, y era un personaje tan importante que una vez que los pobladores no concordaban con los candidatos a gobernador propuestos, el chivo ganó las elecciones.

El Paseo Público, que había sido la plaza asociada a la clase alta, es un espacio cercado (lo que vuelve irónico su nombre), y perdió su prestigio cuando empezó a ganar terreno la prostitución en ese lugar. Actualmente ha sido "limpiado" y se mantiene como espacio familiar. Es un lugar muy arbolado, con un Baobab centenario que parece que fue usado como paredón de fusilamiento, y con muchas otras especies que dan una sombra bien agradable. Además es la plaza con mejor vista: está ubicada en un parte alta, y luego de unos techos se ve el mar.

También fuimos al Dragón del mar: un gran Centro cultural moderno y bonito, que alrededor nuclea además varios bolichitos nocturnos. La historia del nombre del centro cultural también es interesante: así le llamaban a un famoso pescador que en un momento pasó a ser el jefe de la flota pesquera de la zona. Como tal, en época de esclavitud, debía comandar a los pequeños barcos que traían esclavos desde los enormes barcos negreros hasta la costa. Como el hombre no estaba de acuerdo con la esclavitud, decidió negarse a dicho transporte, y los empleados lo siguieron, y parece que así comenzó la revuelta abolicionista en Fortaleza.

También pasamos por la Catedral, que imita algún estilo francés tipo Gótico y dicen que siempre está en obras.
Nos faltó entrar en algunos museos, que estaban cerrados por ser lunes, y en el Mercado Central, que vende cosas típicas nordestinas.

Llegamos a la costa y nos metimos en un antiguo muelle a descansar un rato y observar el mar. Atrás nuestro se veía una muralla de edificios altos y nuevos, que se perdía en el horizonte, indicio de que esta es una zona cara para vivir. Igual que en Recife, aquí dicen que por culpa de ellos no llega el viento al resto de la ciudad. Sin embargo a mí Fortaleza me pareció una ciudad ventosa... cómo sería si no!

Cuando picó el hambre nos metimos un rato a la ciudad, a una cadena de venta de "cachorros quentes" llamada Oh my dog... todo muy bizarro, desde las ilustraciones en las paredes hasta el tamaño de las salchichas y su acompañamiento...éramos 4 y pedimos 2...

Después que se sumó otro amigo de la barra volvimos a la playa con la idea de ver la puesta de sol desde dentro del mar. Nos metimos a otro muelle, éste más conservado.
No logramos ver la puesta de sol porque había demasiadas nubes, pero la luna se estaba llenando y apareció un rato y estuvo muy bonito.
Después recorrimos la rambla, que tiene toda una parte peatonal con mucha gente andando en patines, skates, bicis y carritos a pedal, y más adelante se amplía la franja de arena y hay espacio para gimnasia y canchas de volley. Y una estatua de Iracema, un personaje que da nombre a una novela famosa y a la playa que caminamos.

Para volver esperamos 55 minutos el bondi, un bondi común, que une dos partes movimentadas de la ciudad...y por supuesto fuimos parados.

Al día siguiente nos levantamos todos con dolor de cabeza. La teoría era que habíamos andado mucho bajo el sol, pero la mayoría del tiempo realmente estuvo nublado.


La cuestión es que las gurisas me aguantaron dos días enteros en el cuarto prácticamente sin salir, solo comiendo para tomar remedios antijaquecosos que no querían hacer efecto y queriendo dormir lo máximo posible para despertarme despejada.












 Espero amanecer bien mañana, ya que tengo planes postergados de viajar y un rincón en una casa de un artesano a 300 km de aquí esperándome.



sábado, 11 de enero de 2014

"Ojalá que esto pronto suceda..."



Dicen que viajando se fortalece el corazón
pues andar nuevos caminos
te hace olvidar el anterior
Ojalá que esto pronto suceda,
así podrá descansar mi pena
hasta la próxima vez

Y así encuentras una paloma herida
que te cuenta su poesía de haber amado
y quebrantado otra ilusión
Seguro que al rato estará volando,
inventando otra esperanza
para volver a vivir

Creo que nadie puede dar una respuesta
ni decir que puerta hay que tocar
Creo que a pesar de tanta melancolía,
tanta pena y tanta herida,
sólo se trata de vivir

En mi almanaque hay una fecha vacía,
es la del día que dijiste que tenías que partir
Debes andar por nuevos caminos
para descansar la pena hasta la próxima vez
Seguro que al rato estarás amando,
inventando otra esperanza para volver a vivir

Creo que nadie puede dar una respuesta
ni decir que puerta hay que tocar
Creo que a pesar de tanta melancolía,
tanta pena y tanta herida,
sólo se trata de vivir

Dicen que viajando se fortalece el corazón
pues andar nuevos caminos
te hace olvidar el anterior
Ojalá que esto pronto suceda,
así podrá descansar mi pena
hasta la próxima vez
Seguro que al rato estaré volando,
inventando otra esperanza para volver a vivir

Creo que nadie puede dar una respuesta
ni decir que puerta hay que tocar
Creo que a pesar de tanta melancolía,
tanta pena y tanta herida,
sólo se trata de vivir.

...por dos ruedas no fue camión...

Para llegar de Natal (Rio Grande do Norte) a Fortaleza (Ceará) hay que recorrer más de 500 km hacia el Nor-Oeste. Digamos que hay que doblar la esquina de Brasil y seguir un poco más.
(aquí se ve el recorrido)

Como había hecho otras veces busqué en FB la posibilidad de encontrar una "carona" con alguien que viajara para allá. La diferencia fue que esta vez encontré.

De hecho encontré más de una persona, solo que solo una de ellas fue concreta y práctica: me pasó su número cuando vio mi mensaje, me explicó cuándo calculaba pasar por Natal, ya que venía desde Rio de Janeiro, me avisó cuando se atrasó, y fue bien clara y práctica para marcar un punto de encuentro.

Ileyne tiene 25 años, y venía haciendo un recorrido de más de 3000 km manejando sola. Ofreció llevar gente por todos lados: en los grupos de FB, en el sitio de CouchSurfing -red de la cual también forma parte- y entre conocidos en general. Me contó que nadie había sido concreto para ser transportado, y que no entendía que la gente pidiera en los grupos y luego no se comunicara. Solo había ido acompañada en el viaje por un par de personas en algún trecho corto, a quienes levantó en la ruta.
Me contó cómo en esos días había aprendido a hacer muchas cosas manejando: comer y beber, leer algunas indicaciones sobre los lugares donde pretendía pasar la noche y hasta pasarse protector solar del lado de la ventanilla. No había forma de que no me hiciera acordar a algunos camioneros que había conocido, aunque no se lo mencioné.

Cuando me dejó en Fortaleza, no sólo se preocupó por dejarme cerca sino que esperó a que me vinieran a buscar al auto para luego seguir viaje, ya siendo de noche, al pueblo en el interior de Ceará donde actualmente vive, casi en el medio de la nada, a causa de su trabajo como ecóloga.

domingo, 5 de enero de 2014

Khrystal en Natal, 1o. de enero 2014


Navidad en Navidad



El 25 de diciembre llegué a la ciudad de Natal.
Hacía un tiempo me había propuesto esta meta, como algo simbólico: pasar navidad en una ciudad que se llama "Navidad".
Pensé que habría grandes festejos, pero la mayoría de las cosas estaban cerradas, como en cualquier otro lugar que conozco.
Por las dudas averigüé, y sí, se llama Natal porque fue fundada un día de Navidad.
Hace más de 400 años.
De todas maneras mi guía turístico personal me llevó a recorrer algunos lugares importantes: Punta Negra (la playa más famosa y concurrida); la zona portuaria y la desembocadura del Río Potengí, que divide la ciudad en dos; el árbol de navidad, que desde hace unos años se arma en el mismo lugar y suele haber actividades gratuitas cerca, sobre todo en un anfiteatro; el Natal Shopping (por fuera, claro); y el Arena das Dunas, el nuevo estadio de la ciudad, reconstruido especialmente para la Copa 2014.
Al día siguiente recorrimos algunas cosas más: fuimos hasta un poblado cercano llamado Pirangí que es famoso por tener el cajueiro (árbol de cajú) más grande del mundo.
Si, es grande, ocupa una manzana.
Las ramas tocan tierra y de ahí nace otro gajo y toda esa mata se considera el mismo árbol.
Hasta armaron un mirador para que la gente vea el árbol desde arriba.
Por supuesto cobran para subir.
Y todas las cosas alrededor tienen formas de cajú o se llaman algo relativo.
En esa zona también hay playas muy bonitas y más abiertas que en Natal. Ideales para los surfistas y aledaños.
De noche fuimos a una Roda de Samba en una plaza.
Una roda de samba básicamente está compuesta por varios músicos, que tocan samba, cada uno con su instrumento, alrededor de unas mesas, mirándose entre sí. Sólo que hay un montón de gente alrededor cantando y bailando las canciones, y hay amplificación para quien no está cerca. En las mesas se ven las botellas de cerveza de los músicos que van quedando vacías a lo largo de la noche. Al terminar, o después de cada vuelta, pasan una gorra entre la gente para quien quiera colaborar.
El 27 me mudé para la casa de Sara, amiga de un amigo, con quien ya había combinado para ser hospedada.
En realidad no era una casa, sino un apartamentito con dos cuartos que compartía con dos personas más. Cuando me recibió me dijo que sus compañeros estaban, en ese momento, mirando un apartamento para mudarse lo antes posible, porque ya no aguantaban más el calor y la falta de ventilación de donde estaban. Cuando volvieron le hablaron maravillas del nuevo lugar y entre los tres empezaron a planificar la mudanza, que se fue dando en los días subsiguientes.

De hecho la mudanza principal, con flete contratado, fue realizada el 31 de diciembre. 
Como para empezar año nuevo en casa nueva, literalmente.

De noche armamos una cena muy barata (todo el mundo en la casa andaba complicado de dinero, y yo no soy la excepción), pero no faltaron los "drinks": capirinha, vodka con jugo de tangerina, y vino con leche condensada. 
A cuál más rico. 
A eso de 10 y media partimos con dos parejas para recibir el año nuevo frente a un escenario en la calle. Fue difícil conseguir bondi, porque todo el mundo estaba en la misma, pero al fin llegamos al "Ponto Sete". Primero asistimos a un recital de una doña que quedaba de fondo de las conversaciones, y que fue quien hizo la cuenta regresiva (luego de lo cual yo esperaba una cantidad de fuegos artificiales que no llegaron); después el show de uma muchacha com um poco más de onda, que cantaba covers con una bandota; y, pasadas las 2 de la mañana apareció Khrystal, una compositora que se hizo famosa en un programa de televisión (el cual no ganó), pero que ya cantaba en Natal hace muchos años.

Y me gustó muchísimo. 
Una mezcla de ritmos típicos nordestinos con rocanrol. 
Y una presencia súper fuerte y espontánea, con letras también bien interesantes.

Cuando terminó, hacía rato que era de día. 
Aquí hay una tradición que dice que se debe saltar siete olas el primer día del año para que sea próspero. Así que caminamos hasta la playa más cercana, ya deshechos de bailar y de la mudanza. Fue agradable meterse a saltar y después reposar en la arena, y me arrepentí mucho de no tener biquini. 

El 1o. lo pasamos casi todo el día durmiendo, y solo fuimos de noche hasta la casa de uno de los muchachos a ver una película. Era una comedia brasilera, llamada "Mi madre es una pieza", y a pesar de que algunas cosas me las perdía me resultó muy divertida.

Pensaba arrancar el 2 para Fortaleza (o hacer el intento) pero no me dio el cuerpo. 
Me desperté, si, tempranísimo porque acá la luz despierta a un muerto, pero tenía aún un cansancio acumulado que me hizo recapacitar y ver que no tenía apuro para irme.

Pregunté cómo era el asunto de cantar en los bondis acá y me dijeron que no hay costumbre, pero que sí suben vendedores y personas a pedir, así que no tendría por qué haber problemas. 
Salí un ratito de tarde a probar suerte, compartiendo un par de canciones uruguayas con el público rodante.
En 3 bondis no me dejaron subir, y en 4 sí.
En los que sí, la respuesta fue buena, la gente en general prestando atención y haciendo algún comentario positivo después. 

A la vuelta, con lo ganado pasé por un super para llevar algunas cosas para la casa. 
La barra agradecida, aunque siguen insistiendo en que no pague nada ni haga nada porque "soy visita".