En el camino a Fortaleza fui acompañada por lluvia un buen
trecho.
Cuando llegué, me contaron que hacía 2 años que no llovía, y bromeaban
con que yo había traido la lluvia. Sentí aquello como algo negativo, ya que
estoy ligando demasiada lluvia pa mi gusto en este viaje, pero me dijeron que
acá estaban todos contentos con la lluvia, que sobre todo en el interior se
estaba sufriendo mucho la seca... los que también quedaron muy contentos fueron
lo mosquitos que se reprodujeron de forma maravillosa y no le hacen ningún caso
al viento de los ventiladores.
Me cuentan que acá el mosquito del dengue ya ha
evolucionado de tal manera que también se cría en aguas servidas y no sólo en
agua potable como era antes. De hecho en Fortaleza me cuentan muchas cosas, y
me muestran tantas otras, y quedo super contenta con la visita hecha a esta
ciudad.
Empiezo del principio:
llegué a la residencia universitaria del Campus de Pici un
martes de noche. Bruno y Levy me fueron a buscar a la entrada de la Universidad
donde me dejó la muchacha que me trajo en auto hasta acá.
En el camino Levy me
confesó que cuando supo que yo iba a llegar le dio una sensación de rabia que
venía de envidia, pero que luego se dio cuenta que me podía hacer muchas
preguntas para poder viajar en un futuro del mismo modo que yo, y eso lo alegró
mucho ( y no perdió tiempo en preguntar, y yo por supuesto contesté todo lo que
pude y ya lo hice parte de la red CouchSurfing y demás).
Entramos a la residencia y vi que era realmente mayor que
las que conocía: acá viven cerca de 300 estudiantes. El tema es que ahora están
de vacaciones y hay un porcentaje mínimo de los mismos, que incluso van
rotando: cuando unos van para el interior otros están volviendo.
La casa donde me quedé es el apartamento de Bruna y Karithas,
un cuarto para dos que comparte baño con otro cuarto. Bruna suele dormir en
hamaca paraguaya, por lo que había una cama libre para mí.
Con los días me alegré de no tener que dormir en el piso
porque al estar cerca del basurero de la residencia, este apartamento está
lleno de cucarachas, de diferentes tamaños y tipos.
Al día siguiente las muchachas me consiguieron una tarjeta
de residente -perteneciente a un amigo que estaba en el interior por unos
días-, para que yo pudiera entrar al Restaurante universitario para almorzar y
cenar gratuitamente entre semana, lo que me facilitó mucho las cosas. En ese
restaurante, además, pude probar distintos platos típicos de la zona: un día
"peixada cearense" (una forma de preparar pescado a la leche), "baião
de dois" (porotos cocinados juntos con el arroz), paçoca (carne de sol con
fariña)... La "carne de sol" -aprendí-, no es un tipo de corte como
me habían dicho en otros lugares, sino que es una forma de preservar la carne,
típica del sertão: se deja la carne cortada al sol y con el clima seco y el
calor, ésta se cocina, y se conserva por mucho tiempo.
Con las muchachas una noche vimos una película cearense
llamada Cinema holywúde. Es tan local que para el resto del Brasil le pusieron
subtítulos en portugués para "traducir" los localismos. La versión
que nosotras vimos no tenía subtítulos... vale decir que lo poco que entendí
fue por el contexto de las conversaciones y las acciones que las acompañaban.
Incluso así, me pareció divertida.
Un día, con las muchachas fuimos a una playa, llamada Praia
do futuro.
No estaba muy linda ese día y no dio para meterse: más allá de que
el agua acá no sea transparente como en los otros lugares del nordeste
brasileño que venía viendo, ese día no solo estaba verde y con olas enormes, sino
que tenía unas sospechosas manchas marrón-amarillentas que las muchachas decían
que era arena revuelta pero parecía mugre de caño, mismo. Para llegar allá
tomamos dos bondis, y demoramos mucho en llegar, cerca de una hora y media, y
con esto agarramos el horario de mediodía en la playa. Como estaba bastante
despoblada pudimos elegir una sombrilla de paja en uno de los tantos barcitos,
y nos quedamos ahí abajo prácticamente todo el tiempo. Almorzamos ahí mismo y
sesteamos, y las muchachas dijeron que teníamos que irnos para no agarrar el
horario pico de la vuelta (horario de salida de los trabajos, entre las 4 y las
7 de la tarde) así que a las 2 nos estábamos yendo.
Si bien no agarramos el
transporte lento de la mañana, volvimos a demorar casi dos horas en llegar.
Fortaleza es grande, no hay caso.
Hice averiguaciones para cantar en los bondis: sabía de un
argentino que subía con su guitarra a tocar, o mejor dicho, que en un tiempo lo
había hecho. Pero no le encontré la vuelta: acá se sube a los bondis por la
puerta de atrás, donde hay un cobrador y la roleta para pasar. El chofer solo
abre para que baje gente, nunca para responder preguntas o para que suba un
vendedor o alguien a pedir. ¿Y cómo hacen? Bueno, los vendedores solo suben en
las terminales (hay varias en la ciudad, donde uno puede bajar y tomarse otro
bondi sin pagar de nuevo), y la gente que sube a pedir, pide a alguien que le
pague el boleto para poder pasar y después sigue hasta la siguiente terminal, y
de ahí a otra y etc hasta terminar su jornada. Definitivamente no es para mí,
que no conozco la ciudad.
Otro día fui con los muchachos al centro.
Hicimos una
especie de tour turístico por los principales lugares: primero recorrimos
algunas calles de tiendas, que están ordenadas por rubros: hay una calle con
mercerías, otra con cosas de cotillón, otra con veterinarias y artículos para
animales, otra con electrodomésticos, y así.
De lejitos me mostraron una
especie de estadio que pertenece a una iglesia pentecostal y al lado un
edificio enorme que es la parte comercial de la misma.
Me contaron que Fortaleza tuvo una época sumamente
influenciada por Francia (ya que fue invadida por franceses) y la Belle Epoque
se vivió también aquí. Esto se puede ver en los edificios y construcciones que
se mantuvieron.
Hay tres plazas alineadas, y en la época, cada una de ellas
correspondía a una clase social: la plaza de la clase baja, la de la clase
media y la de la clase alta.
Por la asociada a la clase baja no pasamos, pero me dijeron
que no tenía nada interesante actualmente.
En la de la clase media estaba lleno de gente, y aún así se
veía amplia y luminosa. en su época era donde juntaban los intelectuales, y
alrededor solía haber cafés. Parece que en un tiempo, vivía ahí un chivo, al
que le daban tanto café como cachaza, y era un personaje tan importante que una
vez que los pobladores no concordaban con los candidatos a gobernador
propuestos, el chivo ganó las elecciones.
El Paseo Público, que había sido la plaza asociada a la
clase alta, es un espacio cercado (lo que vuelve irónico su nombre), y perdió
su prestigio cuando empezó a ganar terreno la prostitución en ese lugar.
Actualmente ha sido "limpiado" y se mantiene como espacio familiar.
Es un lugar muy arbolado, con un Baobab centenario que parece que fue usado
como paredón de fusilamiento, y con muchas otras especies que dan una sombra
bien agradable. Además es la plaza con mejor vista: está ubicada en un parte
alta, y luego de unos techos se ve el mar.
También fuimos al Dragón del mar: un gran Centro cultural
moderno y bonito, que alrededor nuclea además varios bolichitos nocturnos. La
historia del nombre del centro cultural también es interesante: así le llamaban
a un famoso pescador que en un momento pasó a ser el jefe de la flota pesquera
de la zona. Como tal, en época de esclavitud, debía comandar a los pequeños
barcos que traían esclavos desde los enormes barcos negreros hasta la costa.
Como el hombre no estaba de acuerdo con la esclavitud, decidió negarse a dicho
transporte, y los empleados lo siguieron, y parece que así comenzó la revuelta
abolicionista en Fortaleza.
También pasamos por la Catedral, que imita algún estilo
francés tipo Gótico y dicen que siempre está en obras.
Nos faltó entrar en algunos museos,
que estaban cerrados por ser lunes, y en el Mercado Central, que vende cosas
típicas nordestinas.
Llegamos a la costa y nos metimos en un antiguo muelle a
descansar un rato y observar el mar. Atrás nuestro se veía una muralla de
edificios altos y nuevos, que se perdía en el horizonte, indicio de que esta es
una zona cara para vivir. Igual que en Recife, aquí dicen que por culpa de
ellos no llega el viento al resto de la ciudad. Sin embargo a mí Fortaleza me
pareció una ciudad ventosa... cómo sería si no!
Cuando picó el hambre nos metimos un rato a la ciudad, a una
cadena de venta de "cachorros quentes" llamada Oh my dog... todo muy
bizarro, desde las ilustraciones en las paredes hasta el tamaño de las
salchichas y su acompañamiento...éramos 4 y pedimos 2...
Después que se sumó otro amigo de la barra volvimos a la
playa con la idea de ver la puesta de sol desde dentro del mar. Nos metimos a
otro muelle, éste más conservado.
No logramos ver la puesta de sol porque había
demasiadas nubes, pero la luna se estaba llenando y apareció un rato y estuvo
muy bonito.
Después recorrimos la rambla, que tiene toda una parte peatonal con
mucha gente andando en patines, skates, bicis y carritos a pedal, y más
adelante se amplía la franja de arena y hay espacio para gimnasia y canchas de
volley. Y una estatua de Iracema, un personaje que da nombre a una novela
famosa y a la playa que caminamos.
Para volver esperamos 55 minutos el bondi, un bondi común,
que une dos partes movimentadas de la ciudad...y por supuesto fuimos parados.
Al día siguiente nos levantamos todos con dolor de cabeza.
La teoría era que habíamos andado mucho bajo el sol, pero la mayoría del tiempo
realmente estuvo nublado.
La cuestión es que las gurisas me aguantaron dos días
enteros en el cuarto prácticamente sin salir, solo comiendo para tomar remedios
antijaquecosos que no querían hacer efecto y queriendo dormir lo máximo posible
para despertarme despejada.
Espero amanecer bien mañana, ya que tengo planes
postergados de viajar y un rincón en una casa de un artesano a 300 km de aquí
esperándome.