domingo, 26 de enero de 2014

São Luis

En São Luis volví a sentir felicidad de participar de la red CouchSurfing. Mi anfitrión me recibió en su casa con tantos detalles que parecía una invitada de un hotel. Como estaba  preocupado porque no me iba a poder dar la suficiente atención en los días siguientes por estar super ocupado con su trabajo, y además porque se mudó hace poco a esta ciudad y no la conoce bien, me puso en contacto con otros "couchsurfers" para que pudiera salir a pasear con ellos o con sus respectivos huéspedes.
Los primeros dos días no me pude comunicar con ellos, pero tampoco me interesaba tanto porque me sentía mareada y con náuseas -que atribuí al cansancio del viaje y posterior afloje- y preferí quedarme tirada. Igual una de las noches salimos a un barcito sobre la playa con un par de amigos de Marco, mi anfitrión, y otro día me fui a conocer una de las atracciones del barrio: la Lagoa de Jensen.
Un día Marco me invitó a conocer la universidad donde trabaja, con un recorrido por dentro de pasillos y salones. Me llamó la atención que fuera un edificio tan grande y con las distintas materias tan mezcladas: allí estudian alumnos de Letras, Pedagogía y Derecho al lado de los laboratorios de Microbiología y lo consultorios de Odontología. Hasta ahora solo había visto universidades donde las facultades se ubicaban en predios diferentes aunque fuera dentro del mismo campus. Alguien me comentó que eso era típico de las universidades públicas (estadules o federales) y que ésta era una universidad privada, y de ahí la diferencia.
El resto de las salidas fueron con otra gente, todas interesantes.
Algunas fueron simples comidas o reuniones familiares en la que me incluyeron, pero que para mí fueron muy ricas en cuanto a conocer la cultura local viviéndola desde dentro. De más está decir que las comidas también estuvieron muy ricas y que mi paladar se ha vuelto interesado en probar cosas a las que antes ni se acercaba.
Paseando, conocí el centro histórico de la ciudad, tanto de día como de noche. Es un lugar declarado Patrimonio Histórico de la Humanidad, por lo que no puede ser modificado. Tiene algunos palacetes y caserones bien bonitos, y también algunas casas con unos arcos y unos azulejos preciosos pero que se vienen abajo por falta de manutención. En algunos lugares las calles son tan estrechas que no pasan los autos.
Una noche fuimos a ver el "Tambor de Criola". ¿Y qué es? Bueno, algo curiosamente parecido con nuestro Candombe.
Se toca con tres tambores de diferente tamaño y en uno de ellos otro tocador "hace madera", y según mi oído uno de ellos sonaba parecido a un chico y otro como un repique. Solo el tercero hacía algo bien distinto, con unos golpes a tierra que le daban otro color. El resto de los participantes del grupo eran bailarinas que llevaban polleras largas y giraban mucho mientras todos cantaban. Me contaron que esta expresión tiene el mismo origen que la Capoeira: una danza africana llamada Danza de la cebra, que combinaba una danza de las mujeres y una pelea de cabezasos de los hombres, y que luego en Brasil los esclavos recrearon diferentes partes de la misma con distintos fines, una más de danza ritual mismo que seria el Tambor de criola, y la otra de lucha y actual deporte como es la Capoeira.
Otra noche, o mejor dicho otra tarde, fuimos a un Reggae, o sea una especie de pub rústico donde solo se toca reggae, música sumamente característica de São Luis, donde no solo se escucha y toca mucho, sino que también se baila en pareja. Dicen que en una época en que no había aún radioemisoras de Brasil, aquí llegaba una radio de Jamaica, lo que influenció mucho la cultura local, y desde entonces esta ciudad es considerada la "Jamaica Brasilera".
La playa también me resultó interesante, con una franja de arena enorme y blanca,  y agua no tan transparente pero sí verde clara y agradablemente tibia y con olas grandes por ser mar abierto.

No visité los famosos Lençois Maranhenses (el atractivo turístico más famoso del estado) porque me comentaron que las lagunas que se suelen formar entre las dunas, y que vienen a ser lo maravilloso del asunto, en esta época del año están secas, y hacer un viaje de cinco horas y pagar una torta de plata para solo ver dunas no me pareció atractivo.

El día antes de partir de São Luis me hablaron -y me mostraron fotos- de un lugar al sur del estado de Maranhão, cerca de una ciudad llamada Carolina que tiene unas formaciones rocosas muy curiosas y varias cascadas y cavernas que me dejaron picando las ganas de volver.





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