Aquí en el barrio rico, lo curioso es que uno se siente más
protegido. Curioso siendo extranjero, digo. Seguramente tiene que ver con que
están los hombres de seguridad de los diferentes edificios atrás de las
casetas, pero también hay una cosa de que la gente que se acerca a pedir no insiste
después del "no". En la bajada a la playa, al final de la ladera
siempre hay un auto policial que hace pensar que es necesario que esté ahí,
quién sabe. Lo que sabemos es que la gente nos dice que después de ciertas horas
no andemos fuera del barrio, y mucho menos con los instrumentos, lo que nos
limita un poco en las ideas de salir a tocar.
Una noche, volviendo del Pelourinho experimentamos ser
"abordados": estamos en pleno centro pero de noche no hay un alma,
sin ser algún taxista. No tenemos ni pa'l bondi, así que las dos pibas y el
pibe que nos encierran se llevan un chasco. Se enojan con nosotros porque les
decimos que sólo tenemos las monedas que nos encuentran en los bolsillos y no
tenemos celulares ni nada de valor. Encima los gurises con que estoy son rubios,
lo que los hace parecer, a los ojos de los bahianos, como turistas europeos. Los
chorros se van llevándose, literalmente, hasta el papel higiénico de los
bolsillos y una bronca bárbara.
Después me voy enterando de casos de gente desvalijada
encima de los ómnibus a plena luz del día y con armas, y en los barrios
supuestamente más seguros, así que ya ni da para quemarse, simplemente tomar
las precauciones que se pueda y el resto será cuestión de suerte.
A los pocos días de estar en Salvador conocemos personalmente
a Jean, con quien había establecido contacto por FB a raíz de una publicación
que hizo en un grupo: Jean dejó sus estudios de medicina en Aracajú para
intentar vivir de la música mientras viaja. Hablamos de tocar los 4 juntos
(guitarra, saxo, cajón y voz) pero sólo queda en alguna especie de
ensayo-improvisación. Los gurises le pasan los toques en guitarra de algunas
canciones uruguayas y él se copa con eso. Al final, como yo también ando en la
sintonía de tratar de agarrar algún mango cantando, decidimos salir nosotros
dos a probar suerte.
Vamos un día a una plaza que nos recomendaron pero justo terminó la época de feria de artesanos, así que no hay mucha gente, pero igual sirve de experiencia. Luego probamos con los bondis y ahí nos va mejor. También vamos un viernes a un barrio famoso por sus boliches (llamado Rio Vermelho) y ahí vamos tocando por las mesas. Sacamos cuentas y más o menos ganamos lo mismo. Lo bueno de hacer bondis es que podemos aprovechar para ir conociendo otros barrios.
Vamos un día a una plaza que nos recomendaron pero justo terminó la época de feria de artesanos, así que no hay mucha gente, pero igual sirve de experiencia. Luego probamos con los bondis y ahí nos va mejor. También vamos un viernes a un barrio famoso por sus boliches (llamado Rio Vermelho) y ahí vamos tocando por las mesas. Sacamos cuentas y más o menos ganamos lo mismo. Lo bueno de hacer bondis es que podemos aprovechar para ir conociendo otros barrios.
Después que se van los gurises pasan tres días de lluvia
casi sin parar.
Hasta ahora la lluvia se había presentado en forma de chaparrones en medio de cualquier día de sol. Esta vez no. Esta vez se complica. Se inundan las calles y el (mal) tránsito paraliza la ciudad. Uno de los días hay una tormenta eléctrica impresionante. Cae un rayo acá cerca, en el agua, y se siente un estruendo infernal. Mueren dos surfistas electrocutados. No sé de los destrozos en los lugares más pobres, pero seguro lo han pasado mal. El viento se impone, y para los bahianos esto es un frío infernal.
Hasta ahora la lluvia se había presentado en forma de chaparrones en medio de cualquier día de sol. Esta vez no. Esta vez se complica. Se inundan las calles y el (mal) tránsito paraliza la ciudad. Uno de los días hay una tormenta eléctrica impresionante. Cae un rayo acá cerca, en el agua, y se siente un estruendo infernal. Mueren dos surfistas electrocutados. No sé de los destrozos en los lugares más pobres, pero seguro lo han pasado mal. El viento se impone, y para los bahianos esto es un frío infernal.
Pasados esos días vuelve el clima normal a Salvador, y la
gente a bajar a las playas cada vez que puede. Me imagino que el agua estará
totalmente revuelta y arenosa, pero compruebo que está tan transparente como
siempre, lo único diferente es que afloran algas y muchas hojas de árboles
entre las olas.
Lo que más me atrapa de Salvador y que hace que me vaya
quedando a pesar de haberme dicho a mi misma que me iba en noviembre, es la
propia gente de la Residencia Universitaria. Cada vez que digo que me voy me
preguntan como sorprendidos: "¿ya?", y mencionan que aún no conocí
cierta parte de la ciudad, o alguna festividad que se aproxima, o simplemente
arman una fiesta ellos. Una fiesta en esta residencia consiste básicamente en
muchas latas de cerveza, alguna cachaza y/o vino, una o dos guitarras, y alguna
notebook con parlantes para poner música cuando los cantores se cansen o
emborrachen. También han armado algún evento más organizado, invitando a gente
de fuera a participar con su música o poesía. A estos recitales de poesía-peñas
les llaman "Sarau" y son promovidos sobre todo por uno de los
residentes, que escribe asiduamente, y un amigo suyo también poeta. A medida
que transcurre la noche y el alcohol va desinhibiendo a las masas, empiezan a
aparecer más y más escritores y escritoras que estaban escondidos.
Otra actividad cultural común a varios habitantes de la casa
es ver películas en las noches, claro que esto sólo lo hacen quienes asisten a
Facultad de tarde o de noche, y si no tienen pruebas en los días subsiguientes.
Hay un grupo particularmente interesado en cualquier tipo de
arte, incluso varios estudian Arte en la Universidad. Con ellos conocí el
Teatro Castro Alves donde vimos un ensayo general de la ópera I pagliazzi, de
Leoncavallo, y también vienen a ser la agenda cultural de la casa: si está
pasando algo importante en la ciudad son ellos quienes lo saben.
Un día vamos a ver una pieza de teatro en otra Residencia
Estudiantil que queda cerca. Se llama "Lilith" y trata sobre este
personaje bíblico y su historia oculta. Antes de la obra hay varias
performances ejecutadas todas por travestis u homosexuales (poniendo énfasis en
estas condiciones), lo que me hace pensar en cómo se vive la sexualidad aquí en
Salvador, al menos en el ambiente universitario en el que me estoy moviendo.
Mismo en las conversaciones cotidianas, la sexualidad suele estar muy presente, y también la reflexión sobre que esto se da a partir de la liberación que implica venirse a la capital del Estado a estudiar: las Residencias están pobladas por gente del interior que no podría estudiar si no tuvieran este apoyo. Por lo mismo es super interesante intercambiar ideas con ellos, o simplemente escucharles debatir sobre algo: la mayoría están becados inclusive en la alimentación y con un poco de plata para otros gastos, y saben que en la Universidad los discriminan, ya sea por pobres, ya sea por negros, ya sea por ser del interior.
Mismo en las conversaciones cotidianas, la sexualidad suele estar muy presente, y también la reflexión sobre que esto se da a partir de la liberación que implica venirse a la capital del Estado a estudiar: las Residencias están pobladas por gente del interior que no podría estudiar si no tuvieran este apoyo. Por lo mismo es super interesante intercambiar ideas con ellos, o simplemente escucharles debatir sobre algo: la mayoría están becados inclusive en la alimentación y con un poco de plata para otros gastos, y saben que en la Universidad los discriminan, ya sea por pobres, ya sea por negros, ya sea por ser del interior.
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