De los 6 días que estuve en Posadas (Misiones), 5 llovieron
sin parar. El sexto, de tarde, paró "porque iba a helar" según me
dijeron. Nunca imaginé la selva misionera con heladas. Ahora me consta que las
"olas polares" también llegan hasta allí.
La única salida que hice a los alrededores de Posadas (unos
60 km) fue a San Ignacio, poblado al borde del cual se ubica la Casa de Horacio
Quiroga, y también las ruinas de las Misiones Jesuíticas de San Ignacio Miní.
A la casa de Quiroga no se podía pasar. El terreno estaba
tan anegado que solo podía llegarse a la entrada del predio con una 4x4, para
luego hacer el sendero de cientos de metros que lleva a la casa, a pie. Con
lluvia torrencial, y en auto, se frustraron mis expectativas.
Las ruinas de las construcciones jesuíticas estaban un poco
más aptas: compramos en la entrada unos pilots de nylon como para ponernos
sobre todo el abrigo y tomamos coraje. Ligamos una visita guiada con bastante
contenido histórico y notoria defensa del pueblo guaraní, pero por la lluvia (y
tal vez por algunas preguntas extremadamente boludas de un docente como
"¿y los guaraníes no necesitan a los jesuitas hoy?") fue un poco más
corta que de costumbre. La verdad, la entrada bastante cara para lo que pudimos
ver (60 pesos argentinos para mí como latinoamericana).
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